EL DERECHO y LA POBREZA (I)

            Con anterioridad y limitados por el espacio, hemos comentado superficialmente algunas teorías que partiendo de distintas ideas morales hicieron variadas propuestas para eliminar la pobreza. Hubo países que las pusieron en práctica con algún éxito, pero no la Argentina que a pesar de tener cerca del 42% de la población entre pobres e indigentes, sigue intentando la ya probada e ineficaz polí­tica de distribuir antes de producir y de convencer al hombre que es justo exigir sin dar ni hacer nada a cambio. ¿Qué nos impulsa a tan incomprensible proceder?.

Toda conducta humana se guía, entre otras ciencias sociales, por el Derecho, definido como el conjunto de normas jurídicas que rigen la vida del hombre en sociedad. Para cumplir con su objetivo de corregir la tendencia al mal que caracteriza al ser humano desde el pecado original, las leyes deben poner límites a su libertad natural. Dada esa renuncia parcial, el individuo debe exigir en pago por tan doloroso sacrificio, que se dicten sólo normas con fines de mejoramiento general. Por desgracia no es así­ y aunque lo niegue Kelsen, todos conocemos leyes viciadas de error, inequidad, lagunas, intenciones “non sanctas” etc., que permanecen vigentes y sin la  oposición de quienes las sabemos inconstitucionales porque ni siquiera respetan el preámbulo que cita a Dios como fuente de toda razón y justicia. Véanse por caso, los proyectos actualmente en estudio en el Congreso.

Las normas jurídicas difieren de las morales por ser coercitivas las primeras y no éstas. Si pudiera lograrse del hombre tal apego a la normativa moral que lo llevara a no violarla, serían innecesarias las sanciones legales; y aunque utópica, no podrá negarse que esa conquista mejoraría al País y al mundo. De todas formas, sería alentador que los legisladores, cuando dictan leyes relativas a la vida humana, a la familia, a la educación, a la economía, a la pobreza, etc. se preocuparan más por no perder de vista a Tomás Moro (“Utopía”) que en dilapidar su tiempo, solventado por nosotros, o en obtener ventajas polí­ticas aún a costa del bienestar general.      

Gramsci, con ánimo de llevar agua para su molino, invita a crear una “estructura ideológica” fabricada por la escuela, la prensa, la religión organizada en Iglesia y hasta la arquitectura, porque la misma disposición de las calles y los nombres que las identifican crean en la gente un modo concreto de pensar. Si bien el citado comunista sabe de la eficacia de esas formas que en argentina suele  llamarse lavado de cerebro, no dice “toda” la verdad, pues el hombre, ser esencialmente libre, tiene derecho a un nivel de sabiduría mínimo que lo capacite para razonar sin depender de ninguna imposición, sea evidente o velada. “Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre interior, no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo (Benedicto XVI-Spe Salvi)”.

Nos guían normativas ajenas a nuestra nacionalidad y una  moral de situación que, conformadas como extrañas fuentes del Derecho, lograron el “milagro” de hacer crecer al mismo tiempo y entre otras cosas, pobrezas y riquezas; inflación e indigencia; falta de oferta y de demanda de trabajo. Leyes desalentadoras del estudio y del trabajo que estimularon el hedonismo, destruyendo la ética del trabajo y acostumbraron al hombre a recibir, sin la correlativa exigencia de merecer.

¿Se adecua nuestra legislación a los requerimientos del país? ¿Favorecen sus leyes al débil o de una u otra manera lo regresan a una moderna esclavitud?. ¿Tienden a disminuir la pobreza o la agravan? ¿Estimulan o desalientan la producción necesaria para mitigarla? Veamos algunos ejemplos.  

Nuestros gobiernos (leyes mediante) ilusionan a la gente con salir de la pobreza por el aleatorio camino del juego y de las apuestas, aunque no ignoran que la ludomanía es una enfermedad, uno de los vicios mas difíciles de curar y que el dinero en juego, que se acumula en los bolsillos de los amigos del Poder, lo aportan los estratos menos pudientes de la sociedad. Otro: desde 2003 el Estado en su tres niveles y las sociedades que integra, contrataron alrededor de 911.000 empleados nuevos, o sea a razón de 377 por dí­a (La Nación 4-4-10), aun sabiendo que uno de los grandes problemas nacionales es el excedente de empleados improductivos. Esa cantidad deja de tirar del carro del progreso y de la producción para subirse a él, restando fuerza de tracción y aumentando el peso; doble daño para los que se esfuerzan en hacerlo avanzar.  

En “El Jesuita”, entrevista a Bergoglio S.J. (Rubin y Ambrogetti), el entrevistado cita al Martín Fierro: “es el pobre en su orfandá-de la fortuna el desecho-porque naides toma a pecho-el defender a su raza.-Debe el pobre tener casa,-escuela, Iglesia y derechos”. Pero no regalado; al contrario. Sigue citando: El trabajar es la ley-porque es preciso alquirir.-No se expongan a sufrir una triste situación.-Sangra mucho el corazón- del que tiene que pedir”.

De la naturaleza se apropia el hombre por medio del trabajo, para tener trabajo después (Laborem Exercens-Juan Pablo II). Trabajando, el hombre no sólo adquiere la dignidad mínima por poder mantener a su familia; además, reinvirtiendo sus ahorros prepara el camino para los que  vienen detrás.  

El Dr. Adrián Rogers, Pastor Norteamericano, en carta a un amigo, decía ya en 1931: “todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo…El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna persona. Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso… mi querido amigo…es el fin de cualquier nación. No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola”.

No obstante, mediante la educación que a través del Derecho se nos imparte desde hace alrededor de sesenta y cinco años, los distintos gobiernos nos han ido inculcando que es posible vivir sin trabajar; distribuir sin tener y tener sin producir. Esa  gran “laguna” legal no considera al trabajo una obligación sino sólo un derecho. Debe darse para recibir: doy para que des decían los romanos (do ut des). La  legislación yerra si no cumple al menos cuatro objetivos: defender la dignidad de quien trabaja, obligar a trabajar, cuidar la naturaleza y estimular la inversión de capitales (trabajo acumulado para crear trabajo). Entre las consecuencias de educar en sentido contrario a las normas morales e impulsada por la demagogia y polí­ticas distribucionistas, ascendió la inflación a niveles más que peligrosos, creando el hábito de la mala holganza y su consecuencia directa, el incremento de la pobreza.

Existen leyes en teoría hechas para disminuir la pobreza que en realidad la aumentan porque su verdadero fin, hábilmente oculto, es obtener réditos para quienes ejercen como polí­ticos o para los dirigentes sindicales o empresarios.

Nadie ignora que quien gasta más de lo que gana, se empobrece. El Estado, en sus tres niveles, no es la excepción y por tanto debe reducir los gastos al punto mínimo que le permita cumplir sus funciones esenciales y terminar con las dádivas (ajuste lo llaman), sin dañar a los más necesitados; tampoco debe mentir porque aún siendo malo causar desempleo, peor es convencer al hombre que no trabajar es una virtud.

                                   Quique Losuyo

Un comentario sobre “EL DERECHO y LA POBREZA (I)

  1. Sus comentarios ayudan a construir una verdadera comunidad online en La Carlota.Quique, realmente lo tuyo es un partido que lo venis perdiendo comodo, por goleada. Los gobernantes actuan, en general, justo al reves de lo que vos decis que debiera ser. Espero que de a poco la gente se vaya convenciendo que el trabajo dignifica, y que ademas tenga claro que es trabajo, trabajo no es «un puesto» si este no es util para el bienestar general. Bueno, de todas maneras queria dar una opinion y no escribir ya que a Quique le sale un poco mejor.
    Pero ya que citaste a Martin Fierro, te olvidaste de esta, » debe trabajar el hombre para ganarse su pan, pues la miseria en su afan de perseguir de mil modos, golpea a la puerta de todos y entra en la del haragan».-
    Un abrazo y saludos para todos. A LABURAR.-

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