Era un ser excepcional. Un distinto. Un humanista. Alguien que podía leer el sentimiento humano, con la misma habilidad de aquel que lee un libro.Era magnánimo hasta con el traidor, entendiendo que a veces el espíritu del hombre débil se tuerce por el miedo o el interés.
El Ejército Unido, nombre que había adoptado el ex Ejército de los Andes, es batido completamente en la aciaga noche del 19 de marzo de 1818, en un lugar cercano a la ciudad chilena de Talca, llamado «Cancha Rayada». La desazón de los patriotas fue total. Se corrieron rumores de que un poderoso ejército realista se dirigía hacia Santiago. E inclusive, algunos dijeron que San Martín había muerto en el campo de batalla. El pánico recorrió Chile. Los antiguos Jefes volverían al poder, seguramente buscando venganza contra aquellos que habían osado levantar su voz en contra del Rey. Muchos patriotas huyen hacia la cordillera, buscando la protección de Mendoza. Sin embargo, apenas 17 días después del «Desastre de Cancha Rayada», el General San Martín obtiene su mayor y absoluta Gloria… «Maypo». El 5 de abril de 1818, el reconstituído Ejército Unido, derrota definitivamente a los realistas en «Maypo», una batalla decisiva, que dio Libertad a Chile y aseguró la Independencia Argentina.
Los realistas, que se creían vencedores apenas unos días atrás, huyen hacia el sur tratando de evitar la captura por parte de los patriotas. Y es así, que una partida del Ejército Unido obtiene la correspondencia del mismísimo Mariano Osorio, el máximo representante del Rey en Chile. Inmediatamente la documentación es enviada al General San Martín. Y la Historia nos cuenta que dentro de esa documentación habían muchas cartas comprometedoras, que evidenciaban la traición de varios patriotas, tratando de congraciarse nuevamente con los realistas vencedores.
El 12 de abril de 1818, hacen hoy precisamente doscientos cuatro años, San Martín acompañado solamente por su ayudante O’Brien, habían desmontado a pocos kilómetros de Santiago y se había puesto a leer documento por documento. Estaban fechados después de «Cancha Rayada» y cada uno evidenciaba una traición. No guardó los nombres, ya que no lo movía el espíritu de venganza, y sólo anotó los datos estratégicos que podían servir para la Causa Emancipadora. Su corazón era magnánimo y compasivo, aún con el Efialtes. Y luego de leer cada documento, mandó a O´Brien a encender una fogata, en donde quemó cada carta, cada felonía. John Thomond O’Brien, su edecán irlandés, le preguntó el porqué no usaba esas cartas en contra de los enemigos de la Patria, sin embargo sólo le escuchó decir estas palabras: » ¿Y es usted, mi leal O’Brien, quien espera que yo enlute a medio Chile para que el otro me execre como el mayor de los tiranos? ¡El miedo, O’Brien! El miedo y la bolsa han dictado esas cartas. Desaparecido él, todos esos hombres volverán a ser buenos patriotas.»