100 años de radio

La radio quizás haya sido lo primero que uno escuchó después de los latidos y las primeras palabras de mamá. En cualquier lugar, siempre estuvo y está encendida. Es compañía, información, cultura, emociones, tristezas, broncas, gritos. ¡Y hasta fue “revoleada” por el aire! Por ese aparato en todos los formatos (desde la Spika a la “Siete mares”, la del centro musical, la del auto, la del sintonizador “a mano”, la digital, la del celular) pasó y pasa nuestra vida.

La radio siempre tuvo vuelo propio. Pudo estar arriba de la heladera, colgada de un árbol, en la cocina, en el cuarto, en el patio, debajo de la almohada, en los lugares más insólitos. Lo que importa es ese sonido mágico que estremece nuestro cuerpo.

La AM creció con la amenaza de que iba a desaparecer cuando llegó la televisión. Y ni hablar cuando surgieron las FM. Todas son audiencias y se complementan. En la Capital Federal, en el Gran Buenos Aires y en todo el país, algunas tienen programaciones diferentes y otras se complementan. Con Spotify y las diversas plataformas que potencian los contenidos, la radio no tiene fronteras. Desde una aplicación cualquiera se escucha lo que uno quiere, donde quiere y cuando quiere. Y el audio también se transformó en podcast e invade el universo.

La radio no sólo es la voz o lo que suena. La radio es la planta de transmisión, los técnicos, los conductores, los columnistas, los operadores, los productores, los creativos de turno. Y los móviles (movileros) en la calle, los verdaderos “ojos de la radio”, los que traen la magia y le ponen voz a la imaginación. Todos esenciales del aire. Todos hicimos y hacemos radio.

Y están los protagonistas más importantes: los oyentes. Están los fieles de hace años, los que se transportan al pasado y al futuro. Vibran y sueñan, reconocen las voces, se sienten parte de esa familia del éter y virtual. También es el lugar de las confesiones

La radio también festeja con la publicidad, con los anunciantes, que se ha ido adaptando a formatos y a maneras de comunicar. Ese aviso que llega a la gente y que tiene un rating propio cuando se dice “lo escuché por la radio”.

Los recuerdos van y vienen. ¿Quién no puso la oreja pegada al parlante? Y en el viaje en auto, sentado atrás, escuchando lo que le gustaba a papá. E imaginando lo que esas palabras decían…

. Y ese momento insuperable de llevar la radio pegada al oído en la cancha, en plena popular y perderla para siempre: voló por el aire cuando un gol se transformó en avalancha.

Hoy, cuando todo es audiovisual, la radio se reinventa y es cada vez más protagonista.