Francisco reconoció las ¨virtudes heroicas¨ de María Benita Arias

El papa Francisco reconoció hoy las ¨virtudes heroicas¨ de la religiosa argentina María Benita Arias, primer paso para iniciar su proceso de beatificación. Francisco se reunió hoy con el prefecto para la Congregación de las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato SDB, y autorizó a su Congregación el reconocimiento de las ¨virtudes heroicas¨ de la fundadora de las Siervas de Jesús Sacramentado, María Benita Arias fue célebre por su dedicación a los pobres. En 1872 comenzó a formar la congregación de las Siervas de Jesús Sacramentado, que se fue extendiendo por la Argentina y por otros países.

El papa Francisco reconoció hoy las «virtudes heroicas» de la religiosa argentina María Benita Arias, primer paso para iniciar su proceso de beatificación. Francisco se reunió hoy con el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato SDB, y autorizó a su Congregación el reconocimiento de las «virtudes heroicas» de la fundadora de las Siervas de Jesús Sacramentado.  María Benita Arias, nacida en La Carlota (Córdoba – Argentina) en 1822 y fallecida en Buenos Aires en 1894, fue célebre por su dedicación a los pobres. En 1872 comenzó a formar la congregación de las Siervas de Jesús Sacramentado, que se fue extendiendo por la Argentina y por otros países como Paraguay, con la labor principal de cuidar a los enfermos.

Venerable María Benita Arias
María Benita Arias nació en La Carlota, Córdoba, el 3 de abril de 1822, hija de Rafaela Arias; a poco de nacer la niña fue confiada a los esposos Manuel Mena y Florencia Videla: él era zambo y ella india.
Cuando Benita cumplió siete años, sus parientes biológicos fueron en su búsqueda. La familia prefirió fugarse antes de entregar a la niña; aprovechando la confusión reinante en Córdoba en tiempos de guerras civiles y malones de los ranqueles, se incorporaron a una tropa de carretas que, rumbo a Buenos Aires, llegó a la región que actualmente es Salto.
Allí, su madre Florencia se dedicó a realizar tareas domésticas, afincándose en la casa de un hacendado apellidado Sierra. Esta familia notó la inteligencia y bondad de Benita y se encargaron de enseñarle a leer y escribir. Poco bastó para iniciar su formación en el catecismo y en tomar la Primera Comunión.
Ya en su infancia y adolescencia, Benita comenzó a volcar todo lo aprendido a niñas menores de edad. Fue a los 17 años cuando tuvo la oportunidad de realizar un primer retiro en la Santa Casa de Ejercicios de Buenos Aires; fundada por otra venerable argentina, María Antonia de Paz y Figueroa, poco bastó para que Benita se convirtiera en colaboradora de esta obra y finalmente ingresó allí para consagrarse a Dios.
Progresivamente comenzó como maestra, encargada de jóvenes asiladas, sacristana, directora de los ejercitantes, ecónoma, maestra de novicias y secretaria de la rectora. Su cultura musical le permitió expresarse en liturgias, poesías, coplas.
Benita intentó modificar a la comunidad de las Beatas en una verdadera Congregación de Hermanas con los votos religiosos. Al resistirse la mayoría de las compañeras, ella dirigió sus pasos hacia la «fundación de un instituto para mayor gloria de Dios, salvación de las almas y esplendor de la Iglesia, mediante la Adoración Eucarística, los ejercicios de san Ignacio y la asistencia a las niñas pobres y desamparadas».
La idea fue recibida por el entonces arzobispo Mario José de Escalada, pero sin fecha de realización. Aconsejada y alentada, viajó a Roma para exponer a Su Santidad Pío IX sus aspiraciones. Pese al desorden reinante en la Italia de ese entonces, el Papa la recibió y le indicó a Benita la redacción del Reglamento para la futura Congregación.
A su regreso a Buenos Aires, la madre Benita consiguió la aprobación del arzobispo Federico Aneiros en noviembre de 1872. Comenzó a congregar así a las primeras Siervas de Jesús Sacramentado en la Capilla del Carmen. Tan sólo un año después, funcionaba una Casa Madre con una escuela para niñas, un taller de costura y un orfanato.
Desde entonces, gracias a las numerosas vocaciones surgidas, María Benita avanzó con la apertura de casas en distintos rincones de la Argentina, sobre todo donde las carencias eran mayores. Asimismo, la Congregación trabajó en la Pastoral de la Salud, sobre todo en el Hospital Fernández (donde se derivaban en aquel tiempo a las pacientes víctimas de la sífilis), el Hospital Muñiz (de enfermedades infecciosas), el antiguo Hospital Vieytes (de salud mental) y el Hospital Tornú, entonces dedicado exclusivamente a pacientes tuberculosos.
Su prolífica actividad en la tierra concluyó el 25 de septiembre de 1894, a los 72 años, cuando retornó a la casa del Padre. Su proceso de beatificación se encuentra avanzado; se guarda en la memoria su fama de caridad para con los indigentes, necesitados y huérfanos. Su cuerpo descansa en el templo porteño de Jesús Sacramentado.
Venerables argentinos
La madre María Benita Arias pasará a integrar a partir de hoy la nómina de los venerables argentinos que esperan la plenitud de su santificación. Son ellos:

  • María Antonia de San José (Paz y Figueroa, Mama Antula) (Buenos Aires).
  • Madre Catalina María, religiosa (Córdoba).
  • José León Torres, religioso mercedario (Córdoba).
  • Mamerto Esquiú, franciscano. Obispo (Córdoba).
  • Camila Rolón, religiosa (La Plata).
  • Eleonora López de Maturana, religiosa (Mercedes-Luján).

FUENTE: AICA

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