DE CADA 10 ESTUDIANTES, 1 REPITE EN LA SECUNDARIA
Uno de los flagelos que compromete el futuro de la Argentina es la decadencia educativa. Esto se manifiesta en la baja acumulación de aprendizajes, retrasos masivos y temprana deserción. Bajo las actuales condiciones de organización del sistema educativo, aumentar la inversión en educación, más que aportar soluciones, incrementa el derroche de recursos. Por eso la prioridad es cambiar las reglas de juego para incentivar el esfuerzo y el compromiso de los docentes y de los estudiantes.
La provincia de San Luis viene instrumentando un original sistema de premios a los estudiantes del nivel primario y secundario. El mecanismo consiste en entregar a los alumnos de primaria U$S 50 por cada año aprobado y a los de secundaria U$S 100, monto que se eleva a U$S 400 cuando se llega al último año de la secundaria. Los estudiantes van recibiendo estampillas nominadas en dólares que deben guardar hasta que terminan con éxito el nivel medio. Al obtener el título secundario adquieren el derecho a canjear las estampillas acumuladas por su valor en dólares. El objetivo es incentivar a los estudiantes a que cumplan con el objetivo de culminar la educación básica.
Resulta anecdótico que el propio Estado tenga que apelar a la nominación en dólares para implementar un mecanismo institucional de largo plazo porque el valor en pesos argentinos no genera credibilidad. De todas formas, lo sustantivo es que se trata de un experimento pionero tendiente a incorporar dentro del sistema educativo incentivos para inducir comportamientos consistentes con el objetivo de que los estudiantes culminen con éxito y dentro de los plazos programados la educación media.
La necesidad y la pertinencia de este tipo de innovaciones pueden evaluarse a la luz de los datos de eficiencia interna que publica el Ministerio de Educación de la Nación. Según esta fuente oficial, del total de chicos que empieza el año lectivo en cada uno de los 6 años que conforman la secundaria, en promedio, se puede observar que:
- El 77% pasa de curso.
- El 13% abandona sin terminar el curso.
- El 10% restante repite el curso.
La información oficial desnuda la muy baja eficiencia del sistema educativo. Si en cada curso de la secundaria sólo el 77% aprueba, implica que menos de un tercio de los chicos que empieza la secundaria la termina en los tiempos que corresponde. El resto se queda de curso por lo menos alguna vez o abandona la escuela. En la gran mayoría de los casos, estas personas quedan condenadas definitivamente a una vida laboral precaria.
La repitencia implica frustración para los estudiantes y sus familias, y multiplica las erogaciones del sistema. Cada año que se repite duplica el costo asociado a la formación del estudiante dado que hay que pagar dos veces por el mismo curso. Considerando la información global del sistema educativo, se trata de 350 mil estudiantes que repiten cada año los cuales insumen un costo por la repitencia del orden de los $2.200 millones por año.
Bajo estas condiciones, si un mecanismo de premios –como el que viene aplicando la Provincia de San Luis–, logra reducir la repitencia y la deserción, constituirá una inversión socialmente muy rentable. En lugar de desperdiciar recursos en darle a un mismo alumno el mismo curso, los fondos se asignan a premiar el esfuerzo por evitar la repitencia. Con la misma inversión, se pueden lograr mejores resultados.
Desde el punto de vista educativo, el esquema es muy superior a la Asignación Universal por Hijo. Esta prestación que administra la ANSES opera como un ingreso adicional para los padres que inscriben a sus hijos en la escuela y realizan el control sanitario. No premia al alumno por haber pasado de curso. Por eso, en la práctica, la Asignación Universal por Hijo no es muy diferente a otros planes asistenciales, como el Plan Trabajar o el Plan Jefes, que se limitaban a transferir ingresos a las familias que cumplimentaban ciertas acciones, pero con un contenido más formal que sustancial.
La experiencia de San Luis, por el contrario, tiene la ventaja de colocar el incentivo para que los niños y adolescentes se esfuercen y avancen en sus estudios. Obviamente que el mecanismo debe ser evaluado y del análisis surgirán limitaciones y aspectos perfectibles. Seguro que una de las conclusiones será que este tipo de instrumento no reemplaza otros cambios que requiere el sistema educativo. Particularmente importante son las reglas que regulan la relación laboral con los docentes. Si es socialmente rentable invertir recursos para incentivar a los estudiantes, igualmente relevante es premiar a los docentes para que se esfuercen en lograr sus compromisos. De allí la importancia de modificar las reglas laborales (especialmente, las estructuras salariales) para complementar los premios a los alumnos con premios a los docentes.