La actitud positiva favorece el cambio y la acción

Una cosa es aceptar que la vida tiene dolores, y otra muy distinta es ser fatalista y entregarse sin dar batalla.

A lo largo de la vida, los seres humanos debemos enfrentarnos a diferentes situaciones difíciles que generan sentimientos de frustración. Nos frustramos cuando no hay correlato entre lo esperamos y lo que efectivamente ocurre.

A veces nuestras expectativas son mucho más elevadas de lo que puede darse, o esperamos demasiado para lo que estamos dispuestos a esforzarnos. Otras veces nos esforzamos pero no en la dirección correcta, o hacemos todo bien y aun así­ el resultado es insatisfactorio… En la vida no siempre sale todo como deseamos.

No es raro que quienes deben convivir con una problema de salud crónico (diabetes, obesidad o alcoholismo, por ejemplo) se sientan frustrados y sin fuerzas para generar el cambio necesario. Sin embargo, deben tener en cuenta que recuperarse no sólo significa bajar de peso, controlar la glucemia o tapar definitivamente la botella. Recuperarse implica tomar el control de la propia vida, conocer y descartar los pensamientos automáticos, poder disfrutar. Una cosa es aceptar que la vida tiene dolores, y otra muy distinta es ser fatalista y entregarse sin dar batalla.

La relación con la frustración se puede cambiar y el cambio se da en un instante, en ese mismo momento en el que usted prefiere pensar que sentirse mejor es posible y decide cambiar. Usted debe saber que la acción es el 99% del cambio, el otro 99% es su predisposición y voluntad para mantenerlo dí­a a dí­a. ¡Esto da más del 100%! Sí: cambian aquellos que están dispuestos a poner más del 100%.

Usted podrá pensar que es muy difícil. También eso es cierto,  pero le aseguro que vale la pena. Enfrentar el sentimiento de frustración es un clic que puede ayudarlo a curarse.

El mismo problema, diferentes miradas

Ante una situación problemática o enfermedad, las actitudes más comunes pueden resumirse así­:

* Reaccionar como si alguien nos hubiera dicho cuando éramos chicos que la vida sería justa y que nunca nos depararía engaños ni frustraciones. Así nos exponemos a frecuentes estados negativos (irritación, ansiedad, depresión) que no son producto de las circunstancias sino de la creencia “a mí no me puede pasar esto”.
* Lamentarse por lo que no se hizo o dijo en el momento apropiado, pero no hacer nada para cambiar. Así, el lamento nunca se transforma en acción.
* Elegir personas o situaciones que nos desilusionarán. Rechazar ayuda o sentir culpa al recibirla. Hacer sacrificios no solicitados y vivir para los demás aunque nadie lo pida.
* Enfrentar los desafíos cotidianos. Poner en práctica la resiliencia, aquella capacidad universal que nos permite sobreponernos a los efectos nocivos de la adversidad. Nos transforma y fortalece porque aumenta la resistencia gracias a una actitud positiva que favorece el cambio y la acción. Esta es, sin duda, una actitud saludable que vale la pena poner en práctica. ¿No le parece?

 Dr. Alberto Cormillot