Zapatos: dejan huella en nuestra salud

El calzado debe ser cómodo, funcional y con un taco de no más de cuatro centímetros. Tratar bien a los pies ayuda a cuidar la columna, evitar lumbalgias y artrosis.

Son las bases de nuestro cuerpo físico, y la forma en que los apoyamos en el piso representa nuestro modo de plantarnos en la vida. Los pies -no el corazón, ni el cerebro- son el elemento más complejo del organismo humano en cuanto a mecánica: una fantástica obra de ingeniería compuesta por 26 huesos, 33 articulaciones, 19 músculos y más de 100 tendones que les permiten adaptarse a diferentes tipos de superficies y de recorrer miles de kilómetros a lo largo de los años.

Al final del dí­a, cada persona ha caminado un promedio de ocho a diez mil pasos, lo que en un año supone más de tres millones de pasos. Pues bien, la forma en que se den esos pasos tiene importancia para la salud. Porque además de servir para que nos movamos de un lugar a otro, los pies soportan el peso del cuerpo, a veces toda una tarea hercúlea. Así, ¿quién podría discutir que los pies merecen un poco más de atención de la que reciben, y no sólo para lucir bellas botas o sandalias?

Ampollas, callos, juanetes, hongos, dolor plantar y dedos-martillo son las consecuencias más comunes y visibles de llevar zapatos muy ajustados, pequeños, de tacos altos, horma muy angosta o mala calidad. Pero no sólo sufren los pies: la columna, cadera, rodillas y articulaciones padecen tanto o más que los pies mismos.

Tacos altos

«Un 85 por ciento de quienes tienen problemas en los pies son mujeres», asegura un estudio de la Asociación Española de Medicina y Cirugía del Pie. «Me siento más segura y atractiva con taco alto», afirman, por otro lado, muchas damas. Se dice que los tacos altos estilizan la figura, trasmiten sensualidad, y siempre están de moda. Pero todo lo que puedan tener de bonitos lo tienen de poco saludables. Al principio son también incómodos, pero con perseverancia y tiempo las mujeres aprenden a dominarlos e incluso a llevarlos con estilo.

No hay taco alto que no perjudique la salud de quien lo calza con frecuencia. Veamos por qué. La parte delantera del pie y, sobre todo, el talón soportan el peso del cuerpo. Los tacos elevan la altura del talón y así­ cambia la distribución del peso: cuanto más alto es el taco, más se recarga la zona delantera. De modo que con tacos de diez o más centímetros, casi todo el peso del cuerpo se ejerce sobre los dedos del pie. Esta irregular distribución de los esfuerzos del pie origina, además, una sobrecarga en el empeine, a lo que hay que añadir uñas encarnadas, juanetes y dolores plantares.

Además, es frecuente que el zapato de taco alto sea abierto y de empeine bajo, lo que hace que muchas mujeres elijan una talla más pequeña de la habitual con el fin de que no baile el pie. El calzado se fija mejor, sin duda, pero aumenta la presión que reciben los pies.

Pero, de todos modos, el perjuicio más grave causado por los zapatos de mucho taco es que rodillas y caderas se articulan en semiflexión y para mantener erguida la columna se compensa con una fuerte lordosis (excesiva curvatura de la espalda) que derivará con el paso de tiempo en lumbalgias y artrosis vertebrales.

Los zapatos ideales

Es importante dedicar el tiempo suficiente a la compra del calzado, pensar en la función que se le va a asignar (deporte,  tiempo libre, trabajo, vida urbana, fiesta, verano) y no comprar simplemente el que más nos atraiga en un primer momento. Hay que tener en cuenta, al menos, estas cuatro cuestiones objetivas: calidad del material, flexibilidad del empeine, comodidad y altura del taco, si lo tiene.

En cuanto al taco, conviene que tenga entre 2 y 4 centímetros, y que, si lo vamos a usar con cierta frecuencia o durante muchas horas, no supere los 6 centímetros. La horma es otro de los elementos clave del zapato, ya que es la horma la que debe adaptarse a la forma del pie y no al revés. Si el pie no entra con facilidad en el zapato, zapatilla o bota, hay que descartar su compra porque pensemos que con el uso cederá: la adaptación será a costa del pie y presionando determinados puntos del zapato que pueden deformarlo.

La suela debe ser resistente pero flexible, para permitir el correcto movimiento de todas las articulaciones del pie. El cuero y el caucho sintético son los materiales más adecuados para las suelas del zapato. El contrafuerte (situado en la parte posterior del zapato) ha de fabricarse con un material menos flexible, para que sujete bien el talón y proporcione la altura justa: por debajo de la articulación del tobillo. De lo contrario, el pie se moverá con dificultad y las articulaciones se resentirán.

¿Y los cordones? Son convenientes, así­ como trabas o hebillas en el empeine, porque, además de sujetar mejor el pie, se adaptan con mayor facilidad a los distintos tipos de pie. No atemos los cordones muy fuerte, ya que puede dificultar la circulación de la sangre. Al revés, los cordones flojos hacen que, de modo inconsciente, tendamos a sujetar el zapato con los dedos, sobrecarguemos la parte delantera del pie y tensemos la columna.

Más allá de estas recomendaciones, cada pie es diferente. Como lo son las actividades que se efectúan a lo largo de la jornada: estar en casa, andar, pasear con buen ritmo, correr o hacer otros deportes que requieren un calzado concreto. Los traumatólogos y podólogos pueden ayudar a quienes necesitan un tratamiento mediante plantillas de corrección. En realidad, al igual que una vez al año nos revisamos la vista o los dientes, es conveniente acudir a un centro en el que un podóogo aconseje sobre el tipo de calzado más adecuado para nuestros pies y nuestras diversas actividades con el fin de prevenir o tratar posibles trastornos.

Comprar: al final del dí­a

A última hora, cuando nuestro pie se encuentra más dilatado, es el mejor momento para probarse los zapatos que queremos comprar. Conviene hacerlo con el tipo de media con que se van a usar. Es muy común que un pie sea más grande que el otro, y por eso hay que probarse siempre los dos zapatos.

Si el dedo gordo roza la puntera o el zapato nos aprieta en algún punto, descartemos el modelo y pidamos otro. Lo ideal es que el talón quede bien sujeto, el dedo gordo no se monte sobre los demás y que haya al menos un centímetro de separación entre éste y la costura del interior del zapato,

Quienes padecen problemas circulatorios, como la diabetes, deben extremar el cuidado de sus pies y elegir con mucho criterio sus zapatos.

Para los chicos. Los pies de los niños requieren especial cuidado para asegurar un crecimiento adecuado y prevenir malformaciones. El pie de los niños pequeños crece de 7 a 8 milímetros cada tres meses. Si el niño se quita el zapato con frecuencia o llora a menudo cuando los lleva puestos, es una señal de que le incomoda.

Controle si tiene en sus pies marcas de medias, costuras u hebillas, o enrojecimiento por presiones inadecuadas. Si fuera el caso, habría que cambiar de calzado. No siempre es fiable guiarse por los numeros, ya que varían de una marca a otra e, incluso, entre estilos de calzado.

 Dime qué zapatos usas y te diré qué problema tienes

* Ballerinas y chatitas. Tienen suelas finas y flexibles que no proporcionan el soporte adecuado para el pie ni amortiguan eficazmente el impacto de las pisadas. Su uso frecuente puede producir dolor en el tendón de Aquiles, contracturas, calambres y dolor en el arco y el talón. No conviene emplear este calzado para caminar mucho: mejor elegir un zapato con taco de entre 2 y 4 cm. No está de más incorporar plantillas específicas para absorber el impacto de la pisada.

* Zapatos puntiagudos. La punta estrecha oprime los dedos, con el riesgo de que se monten unos sobre otros. Los bordes de las uñas reciben presión hacia el interior de la piel y así­ aparecen las uñas encarnadas. A la larga, esa presión genera una protuberancia ósea: el dedo-martillo. Los dedos deben poder moverse con facilidad. Conviene mantener las uñas cortas y con con el borde bien limado.

* Tacos altos. Traen dolor en las plantas y en los dedos, juanetes, callosidades, problemas lumbares. Cuanto más alto es el taco, más se carga y presiona la zona delantera. Si además son tacos finos, propician torceduras de tobillo y caídas. Lo mejor es que no superen los 4 cm; de 6-8 cm para contadas ocasiones.

* Plataformas. Aunque pueda parecer lo contrario, este tipo de suela no está preparada para absorber los impactos de la pisada, de manera que repercutirá en rodillas, cadera y zona lumbar. Si se opta por usarlas, conviene que no sean muy altas y que tengan un buen sistema de fijación (hebillas y tiras alrededor del talón).

* Zapatillas deportivas. Están diseñadas para hacer deporte y son adecuadas para este uso, pero no para otros. Abusar de ellas es someter a los pies a un excesivo calor y humedad, lo que causa hipersudoración y puede desencadenar la aparición de hongos e infecciones. Conviene alternar diferentes tipos de calzado y utilizar medias de fibras naturales.

* Chancletas, ojotas o sandalias. Su inconveniente es que apenas amortiguan el impacto debido a que sus suelas son blandas, carecen de taco y el pie no está sujeto. La piel de los talones se seca y endurece. Conviene utilizar las confeccionadas con material suave y una suela rígida y consistente.

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