SACERDOTE PARA SIEMPRE

Querido Pablo:

 

Quien iba a decir o imaginar que treinta y tantos años después de haber sentido que marchábamos juntos en este trecho de la historia hoy estaríamos aquí festejando este acontecimiento, tus bodas de plata como sacerdote. Vos allí en el papel del cumpleañero y yo aquí intentado que mis cortas palabras interpreten algo del gran cariño que esta comunidad siente por ti. Es que así­ lo dispuso el Señor.

Estamos felices Pablo y vale la pena que te lo expresemos.  Es nuestro anhelo que este momento en el que te decimos cuanto te queremos sirva para de alguna manera devolverte a ese mismo Jesús que te vamos a pedir nos muestres donde está. Cada uno con sus intereses, inquietudes y dolencias a cuestas. Si se hicieran visibles nuestras cruces, cuanta madera frente a tu puerta. Y vos siempre allí, dispuesto,  con la alegría que contagia, que se transforma en bálsamo que sana. Pero no solo esperando que vayamos hacia vos, en cuanta oportunidad tienes te metes en nuestras vidas y al amparo del viejo Brochero te prodigas en el esfuerzo de hacer digna la vida del pobre y darle un sentido a la vida del rico.

Podremos estar de acuerdo, o no, cuando charlamos contigo en comunidad, pero cuando del Evangelio se trata tu autoridad cimentada en la oración y el amor de Dios que te cubre y protege, no se pone en duda y es en ese momento donde más saboreamos  el encuentro con la Palabra.

Solo quiero introducir un pequeño aporte personal que me permitirá exponer uno de los rasgos más importantes de tu sacerdocio. Todos saben que somos amigos desde hace tanto tiempo y sin embargo pocos están al tanto que la visita a casa (que la sabes también tuya) no es tu costumbre y eso porque te empeñas en ir detrás de la invitación de Mateo.

Como hijo, mas de uno de nosotros sucumbimos ante tan grande ejemplo de amor, el cuidado de tus padres. Cuando ellos necesitaban de ti, hacías cierto el adagio de predicar con el ejemplo.

En Ricardo es bueno reconocer la paciencia de la familia Silvetti, para donarnos a Pablo, como María con Jesús.

Hoy es bueno aprovechar tus 25 años como cura para homenajear a cada uno de los hombres que dejaron casa, familia y honores para seguir Jesús a través del sacerdocio, recordar a los que nos mostraron la Luz, a los que tal vez no hemos vuelto a ver, pero no por esto dejamos de querer.

Decirle a la Iglesia, gracias, porque desde que los primeros misioneros pisaron este suelo de la Punta del Sauce, nunca dejó faltar un enviado del Señor en la comunidad, para abrevar en él tanta sed de Dios.

A ti María, Estrella del Señor, pedirte por este hombre al que enamoraste de tal manera que en su mirada se refleja tu imagen. Acompáñalo en su aflicción, márcale siempre el camino que lo conduce a Dios y renuévalo con tu maternal bendición.

Señor Jesús, quédate esta noche con nosotros, es un momento muy especial, borraremos rencores, viejas disputas habrán pasado y nuevos amigos cosechado. Hoy la Iglesia de La Carlota está de fiesta, nuestro cura cumple años y Tú aquí para festejarlo….    

 

La Carlota, fines de primavera 2008