Gorasurreta: “La quimera del cine” y “La intemperie sin fin”

El jueves 15 de abril, se presentó en la biblioteca Municipal F. Medina (Zarazaga 12), el libro «La quimera del cine» de Juan José Gorasurreta, junto a su documental «La intemperie  sin fin» que relata los últimos días en la vida de â€œJuanele” Ortiz. Éste fue un poeta de gran influencia para Gorasurreta. Ortiz nació en Puerto Ruíz (Entre Ríos) el 11 de junio de 1896. Pasó su infancia en las selvas de Montiel, un paisaje que marcó su poesía para siempre. La leyenda de su figura alta, flaca, concentrada en la observación del paisaje fluvial, trascendió más que su extensa obra, de una «espléndida monotonía», en la que identifica su espíritu con el paisaje que lo rodeó durante toda su vida. “Juanele”, como comenzó a llamárselo en los círculos literarios de la capital, fumaba en largas boquillas de caña y publicaba sus poemas, de versos extensos, en libros de tipografía minúscula, cuidando hasta el extremo todos los aspectos de la edición, característica que tiende a ser respetada en las ediciones actuales. Fue consagrado como el mejor habla hispana. Juan L. Ortiz murió el 2 de setiembre de 1978 en Paraná y consolidó, así­, la leyenda que con el tiempo instalará definitivamente su verdadera estatura de poeta.

       Esta sintética alusión a la vida de Ortiz se debe a que, Gorasurreta, eligió esta figura para rodar el documental que presentó el jueves en La Carlota. La lectura de su poesía atrajo muchísimo al autor. “¿A quién ofrezco este sentimiento triste de tan sutil?» escribió, y ese verso cerró la idea de lo que quería hacer.  Sensible, audaz, honesto,  que no buscaba fama, socialmente comprometido. La poesía de Ortiz, le pareció a Gorasurreta, una poesía vinculada a sus zonas sensibles, a la piel de los que sufren a la orilla del río y en los campos de carros largos que los llevan por la vida sin destinos fijos.

                El autor decidió contar, en el documental,  el dí­a a dí­a del poeta en el que se inspiró porque lo cotidiano es eso que no vemos o no queremos ver; la construcción segundo a segundo de nuestro pasar por el mundo. Y Juanele logró ese difícil equilibrio entre lo dicho y lo hecho.  «La coherencia es mi mejor virtud», dijo más de una vez.  Y en la cotidianeidad de Juanele estaba la grandeza y la certeza de su apostolado.«Este paisaje es mi alma y será siempre mi alma».

               En la exposición del jueves, Gorasurreta, contó que el documental se hizo en un dí­a, pero fueron seis meses intensos que duró la preparación de la película, siempre hubo sorpresas con Juanele. El pulso temblaba por la emoción de filmar tal o cual gesto que surgía espontáneo, libre, sereno… Además, el autor, expresó que por Ortiz, él descubrió las poesías, el amor al paisaje, al sufrimiento…

            Formalmente, la presentación comenzó con las palabras del secretario de cultura, Ricardo Comelli, luego recitaron una precisa introducción dos estudiantes del cine club “9 reinas” y, finalmente, habló el autor. Recalcó que su libro: “La quimera del cine” no trata la historia del cine, sino los 40 años de él en este arte (desde el año 1973 hasta la actualidad). Su libro es una recopilación de sus años en el cine y refleja su “actitud” frente a la vida.

             Juan José Gorasurreta donó un libro a la biblioteca en la que hizo su presentación y una copia de su film. También, iba a donar más libros a las maestras y directoras de escuelas que concurrieran, pero, lamentablemente, no asistieron, salvo el profesor Cabalín de la escuela IPEM 213, que permaneció muy atento y retiró el libro para el colegio.

              Para el público en general, el libro tenía un costo de $50 y a él se adhería un DVD con la foto del autor  desnudo como símbolo de descubrir su interior.

         Gorasurreta contó que ya lleva 230 ejemplares vendidos en dos meses de los 500 que han editado, por lo que, no se arrepiente de su inversión en este proyecto.

        Antes de exhibir la película, leyó un poema de Ortiz para “empapar” al público de lo que se estaba hablando, fue un ejemplo para anticipar a los espectadores sobre lo que iban a ver: “A orillas de río”. Finalmente, expresó su más sincero deseo: “Que la ciudad cumpla muchos años más”.

           Después de la puesta en escena del corto (que duró, aproximadamente 40 minutos), se pudo apreciar un “casual” diálogo entre un espectador y el autor: ambos fueron amigos de Juanele. Se creó un clima y un ambiente en el que todos podí­an participar a través de preguntas, opiniones y reflexiones.

A LA ORILLA DEL RÍO…

A la orilla del río
un niño solo
con su perro.
A la orilla del río
dos soledades
tímidas,
que se abrazan.

¿Qué mar oscuro,
qué mar oscuro,
los rodea,
cuando el agua es de cielo
que llega danzando
hasta las gramillas?
A la orilla del río
dos vidas solas,
que se abrazan.
Solos, solos, quedaron
cerca del rancho.
La madre fue por algo.
El mundo era una crecida
nocturna.
¿Por qué el hambre y las piedras
y las palabras duras?
Y había enredaderas
que se miraban,
y sombras de sauces,
que se iban,
y ramas que quedaban…

Solos de pronto, solos,
ante la extraña noche
que subía, y los rodeaba:
del vago, del profundo
terror igual,
surgió el desesperado
anhelo de un calor
que los flotara.

A la orilla del río
dos soledades puras
confundidas
sobre una isla efímera
de amor desesperado.

El animal temblaba.
¿De qué alegría
temblaba?
El niño casi lloraba.
¿De qué alegría
casi lloraba?

A la orilla del río
un niño solo
con su perro.