La guerra entre Israel y Hamas ha dejado cicatrices indelebles en el pueblo. Tras casi dos meses de cautiverio, más de 200 personas han sido liberadas, pero su sufrimiento va más allá de las heridas físicas. Bajo el acuerdo de tregua mediado por la comunidad internacional, los liberados regresaron a Israel, pero lo que enfrentaron en Gaza desafía toda comprensión humana.
Las víctimas, hombres, mujeres, niños y ancianos, fueron sometidas a atrocidades inimaginables. Golpizas, quemaduras, drogas, y un silencio sepulcral dominaron su vida cotidiana. El terror psicológico alcanzó niveles insoportables, como relatan los médicos que los recibieron. La salud mental de los liberados presenta un cuadro desolador, una cicatriz que persistirá mucho después de que las heridas físicas hayan sanado.
La tregua del 24 de noviembre permitió el retorno de algunos civiles, quienes fueron examinados minuciosamente en Tel Aviv. Sin embargo, lo que más impactó a los profesionales de la salud fue la vulneración psicológica que habían sufrido. Las historias de los rehenes revelan un sufrimiento inhumano, donde los niños fueron víctimas de las peores torturas, desde quemaduras hasta ser drogados y separados violentamente de sus familias.
En un escenario macabro, se desconoce el lugar exacto donde estuvieron retenidos durante esos angustiantes 50 días, pero los testimonios sugieren un laberinto de túneles subterráneos en Gaza. El régimen de aislamiento, la falta de luz y la alimentación insuficiente se sumaron a la brutalidad del cautiverio. La privación de medicamentos y la imposibilidad de acceder a cuidados médicos adecuados dejaron secuelas físicas profundas.
Los rehenes también fueron forzados a participar en grotescos actos, desde grabar videos criticando a Israel hasta ver imágenes de las masacres del 7 de octubre. El sufrimiento psicológico es difícil de describir, según Itai Pessach, director del Hospital Infantil Safra. La liberación de estas almas torturadas no marca el fin de su pesadilla, ya que muchos descubren la devastadora realidad de la pérdida de seres queridos durante su cautiverio.
Este relato desgarrador no solo expone los horrores sufridos por los rehenes, sino también la herida abierta que la guerra ha dejado en la psique colectiva. El trauma persistirá, recordándonos la necesidad imperiosa de buscar la paz en una región marcada por la violencia y el sufrimiento.