POBREZA DISTRIBUCIÓN Y CARIDAD (II)

pinochoHemos dicho que la idea de justicia del Humanismo, excluyendo la atea, fue dar a cada cual lo suyo (suum qui quae), tesis objetada por el Positivismo por ignorarse qué era lo suyo de cada cual. El reparo perdió interés al emitir la Iglesia documentos y Encíclicas describiendo las necesidades mínimas para que el hombre viva dignamente. He allí lo suyo de cada cual (ve: I).

Esa idea guió al éxito a muchos países. No a la Argentina cuyos gobiernos, desde 1945 en adelante, no lograron siquiera disimular la pobreza haciendo donaciones, dádivas que aún subsisten a pesar de ser conocidos los fracasos de la Alemania Nazi; la Italia de Mussolini; la U.R.S.S., por ejemplo, y los éxitos habidos en estos mismos países luego de cambiar rumbos.

Estamos perdiendo otra oportunidad y debemos temer tanto por el futuro de los pobres como por el nuestro propio. Nos dirigimos hacia una pobreza total y es predecible lo que sigue a ella.

Creer que la solución es “repartir lo que hay” iguala en ingenuidad a pensar que actúan de buena fe quienes la propician. Gobiernos pródigos con los dineros del pueblo y sus anexos discursos demagógicos, sólo engañan a los no bien educados o cegados por ideas contrarias a la lógica más elemental. Es inmoral y debiera ser ilegal, “lavar” cerebros para confundir libertad con anarquía, discriminación con mérito, dignidad con limosna, autoridad con autoritarismo o derechos con deberes.

La pobreza y aquél interrogante que nos desvela, nos llevan a repasar algunos principios morales pero antes prevenimos, con J.L.Lorenzi S.J. que en el decurso de la historia, las diversas concepciones sobre el hombre y el mundo han dicho muchas verdades; ninguna de ellas como el Cristianismo, toda la verdad. Han pretendido salvar muchas cosas; ninguna, como el Cristianismo, ha pretendido salvarlo todo. La falla esencial de ellas es haber omitido datos del problema a resolver. Pero el escamoteo no mata la realidad que sigue desbaratando, punzante, la eficacia de un plan aparentemente armonioso. Sólo la verdad total nos dará la libertad necesaria para entender la escasez y así­ poder extinguirla.

Hecha la salvedad, decimos que el Protestantismo de Calvino contribuyó a disminuir la pobreza en los países que adoptaron sus deterministas ideas morales. El tema viene también a cuento para desmentir la intencionada teoría negatoria del magnífico trasvasamiento cultural que tan generosamente brindó España a las Provincias Unidas, llegándose al extremo de afirmar que mejor hubiera sido para ellas ser colonias inglesas (ocultan que penamos por haberlo sido).

Volviendo al tema,  quizá sirva para describir el carácter De Juan Calvino (propiamente Jean Cauvin), nacido en Noyon, Picardí­a, Francia (1509-1564), recordar que cuando quedó como dueño de Ginebra (1541) hizo decapitar a Gruet y quemar en la hoguera a Miguel Servet.

Las principales ramas protestantes (Luteranismo, Calvinismo, Calvinismo Escocés o Presbiterianismo y Anglicanismo) niegan el libre albedrío. Sostienen que Dios, al no ignorar nada desde siempre, todo lo tiene decidido y nada puede ser cambiado. El citado Calvino, en “Teodisea”, responsabiliza a Dios de todo lo que ocurre, bueno o malo. Entre sus decisiones inescrutables e incuestionables, figuran quiénes se salvarán (pocos) y quienes no (muchos). Ese fatalismo generó en los primeros creyentes tan aguda angustia que impulsó a los pastores a decirles que debían buscar en sus propias vidas un signo revelador de cuál era la elección divina para el mas allá de cada uno.

Ante la imposibilidad de cambiar el designio divino con penitencias y oraciones, no les quedaba sino intentar conocer con anticipación y persuadirse a si mismos de esa decisión, conocimiento al que sólo podí­an llegar mediante el éxito en esta vida. Dicho de otra manera, la buena señal que debían procurar era triunfar en este mundo, lo que se lograba por el trabajo honesto y la vida frugal.

Por tanto, para la visión fariséica del Protestantismo, el éxito terrenal es legítimo por ser revelador de la salvación en el otro mundo y el fracaso en la tierra es un anticipo de la condena en el más allá. Esta revolución moral formó a un hombre ideal para el desarrollo económico, porque sin mal de conciencia debido a su éxito, no se siente obligado hacia los que deja en el camino. Así, será normal verlo ganar dinero y reinvertirlo en su empresa con lo que si bien se enriquecerá más aún, al mismo tiempo hará bien a la sociedad creando nuevas fuentes de trabajo. Pero esa riqueza que acumula no la debe consumir, so pena de pasar del capitalismo originario a uno derivado que terminará por corromperlo, haciéndolo caer en el consumismo que tanto daño ha causado a la humanidad.

Hemos resumido una concepción moral que apoyándose en la dádiva individual, mediante donaciones importantes logró disminuir la pobreza. Fue aplicada en varios países integrantes del llamado primer mundo. Pero ¡cuidado!, no debe caerse en el error de pensar, como ha ocurrido, que la moral contenida en la Doctrina de la Iglesia pone trabas al ahorro, a la reinversión del capital o al sano enriquecimiento. Como ya veremos, es todo lo contrario.

Al respecto, un amigo nos contó una anécdota ocurrida en una casa sita en San Miguel (Bs.As.), durante uno de los llamados Ejercicios Ignacianos. Luego de una charla en la que el aún joven Jesuita, en la época de la tonsura, recordara que era mas fácil hacer pasar a un camello por el ojo de una aguja a que se salvara un rico, uno de los  muchachos que escuchaba, sin dudas preocupado por su muy acaudalado padre, preguntó si los ricos realmente no podrían salvarse. ¡¡No!!…respondió el cura al advertir la preocupación del niño, y levantando la voz dijo, es al revés, los ricos serán los que mas se salvarán. Y agregó, volviendo al tono anterior,… ¡¡si son más buenos que los pobres!!. Quedó así­ ajustada la respuesta a la moral propiciada por la Patrística de que la riqueza bien habida es otro don como pueden ser la belleza física, la inteligencia, etc., de cuyo uso habrá de rendirse cuentas en el Juicio.

Con las reservas impuestas por nuestro escaso conocimiento de apologética, decimos que la Iglesia alentó las reinversiones y el desarrollo de capitales y aunque hubo quienes predicaron en otro sentido fueron oportunamente corregidos por Ella. Es que frente al pobre puede reaccionarse llevándole diariamente el pan y quien lo haga con amor, obtendrá gratificaciones espirituales. O puede alguien (v, gr.:el Estado) quitarle sus ahorros a los que trabajan y dárselos a los pobres o a sus amigos. Y también puede incitárselo a la violencia revolucionaria, como propició Marx, sus seguidores y algunos incautos. Como se advierte, en todos estos casos se reparte “lo que tenemos” y solamente “a los que estamos”. ¿Nos habremos preguntado alguna vez, si alcanzará lo que hay en Argentina para que todos tengan lo que cada cual necesita? ¿No será hora de meditar si no estaremos ya en un país con tal mayoría de pobres que requiera mayor producción para que alcance no solamente a todos los que somos sino también a que seguirán llegando?. El Evangelio se refiere a una posibilidad tan poco divulgada que hasta se llegó a hablar de la Iglesia de los pobres, olvidándose que Ella es de todos (Católica). De eso, Dios mediante, hablaremos.

Quique  Losuyo

Un comentario sobre “POBREZA DISTRIBUCIÓN Y CARIDAD (II)

  1. aca dejo un pequeño coemntario que ayudara a tener una pequeña vision de la opcion reafirmada por el papa y los obispos de america latina

    Aparecida opción preferencial por los pobres y excluidos
    Una misión inmersa en la realidad de nuestros pueblos no puede desconocer, soslayar o minimizar la situación de pobreza, de exclusión, inequidad e injusticia. No puede silenciar el grito de los pobres. Me uno a los que afirman que la opción preferencial por los pobres, recogida y relanzada por Aparecida, es uno de los signos más claros de su empalme con Medellín y Puebla y de su actualización en las nuevas circunstancias.

    “Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hecha en las conferencias anteriores” (DA 396). Este “es uno de los rasgos que marca la fisionomía de la latinoamericana y caribeña” (DA 391).

    Aparecida, siguiendo el discurso inaugural del Papa, ha querido fundamentar y motivar esta opción en el acto mismo de la fe para mostrar claramente que no es algo marginal sino que “está implícita en la fe cristológica, en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza” (DA 392). La opción por los pobres no es un “derivado ideológico” de una determinada filosofía ni un optimismo político-social sino que “nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano” (DA 392).

    Jesucristo y los pobres son rostros inseparables, uno se refleja en los otros. Contemplamos “en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos” (DA 393) y “en el rostro de Jesucristo…, en ese rostro doliente y glorioso, podemos ver, con la mirada de la fe, el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos” (DA 32). “Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 393).

    La opción por los pobres no es “de libre elección” según carismas, vocaciones o “gustos”, sino que es obligatoria para todos los discípulos y misioneros de Jesucristo, con la obligación que nace de la fe y del amor. “Interpela el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas” (DA 393), “atraviesa todas nuestras estructuras y prioridades pastorales” (DA 396).

    Los obispos nos sentimos conmovidos, angustiados (y esto no puede ser retórica) por los millones de latinoamericanos que no pueden llevar una vida digna (DA 391), “abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y dolor” (DA 358). ¿Cómo podría ser de otra manera si en verdad nos sabemos sacramento existencial de Jesús, el Buen Pastor, que se conmovía entrañablemente al ver a las muchedumbres, se acercaba a ellas hasta tocar a los leprosos y dejarse estrujar por los que le tocaban, les enseñaba con calma y curaba sus enfermedades y dolencias?

    Esta opción preferencial por los pobres implica diversas tareas, so pena de quedarse “en su plano teórico o meramente emotivo” (DA 397). Me limito a señalar la dirección de las dos tareas prioritarias: una se refiere a las personas, la otra a las estructuras.

    La práctica de la opción por los pobres empieza en la relación directa e inmediata con este pobre, este enfermo, este desempleado, este hambriento. Como Jesús tocó a este leproso, dio vista a Bartimeo, curó a la hemorroísa… Es la primera, permanente e insustituible forma de misericordia y solidaridad. Sin ella, todo lo demás son discursos, libros, organizaciones…

    Aparecida nos ofrece en dos números reflexiones muy hermosas, renovadoras y comprometedoras en esta dirección. “Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con interés…, compartir horas, semanas o años de nuestra vida” (DA 397). “Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los valores de los pobres hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres” (DA 398).

    Pero no nos quedamos ahí. Enseguida surgen las preguntas: ¿y por qué no hay trabajo?, ¿y por qué no hay medicinas?, ¿y por qué…? Las obras de misericordia han de ir “acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo” (DA 385). Ahora bien, una sociedad justa sólo es posible con unas “estructuras que consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y haya donde posibilidades para todos” (DA 384).

    ¿Cómo dar cuerpo, encarnación, organización y operatividad a esta opción por los pobres? Por medio de la “Pastoral Social”, nos responde Aparecida. “Las Conferencias Episcopales y las Iglesias locales tienen la misión de promover renovados esfuerzos para fortalecer una Pastoral Social estructurada, orgánica e integral” (DA 40)

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