No seré breve.
Disculpen, no seré breve, contra mi hábito. En el extenso mar de mis vÃnculos hay quienes tienen idea del tema que les voy a contar y en cambio otras personas apenas me conocen, así que tendré que empezar por el principio.
La cosa comenzó cuando en 1995, después de 70 años de vida y 55 de trabajo decidà que de ahà en más podía vivir sin trabajar, de renta. Nuestra hija Ana Laura estuvo dispuesta a hacerse cargo del manejo de los modestos bienes de producción y yo, a ocuparme de las cosas que en los años de trabajo había debido postergar. (Pobre Ana, la vida no le alcanzó para llegar hasta aquÃ)
Hice en aquel momento un análisis de los antecedentes familiares, los progresos de la medicina, valoré la suerte que siempre me acompañó y calculé que podría tener 15 años más de vida útil. Hasta los 85. Esta estimación fue una audacia que comuniqué por escrito a algunos amigos del cooperativismo con los que habíamos trabajado juntos. Y está cerca de cumplirse.
¿A qué específicamente me iba a dedicar? CreÃa, y creo, que los argentinos le debemos a nuestros abuelos gringos un reconocimiento suficiente de lo que hicieron por el paÃs domesticando la pampa. Iba a tratar entonces de escribir algo que ayudara a revalorar lo que habían conseguido. Pensaba en literatura, no en historia.
Para lograr eso me pareció que lo primero que tenÃa que hacer era documentarme sobre cómo la tierra que una vez era de nadie había pasado a la propiedad privada. (Ya sabÃa que poca era la que había quedado en manos de los inmigrantes). Y a modo de investigación piloto, comencé por averiguar cual había sido la realidad en las 80.000 hectáreas de un rectángulo imaginario en cuyo centro están Los Cisnes, y mi propia casa.
En esos mismos tiempos, impulsado por el amigo Juan Cuffia, había asistido como oyente, en Laboulaye, al XI Encuentro de los historiadores del sur cordobés, donde encontré un ambiente muy cordial y ánimo de ayudar al investigador debutante, ejemplificado en la actitud de Cristina HolguÃn. Al año siguiente fui a Gral. Levalle, al Encuentro XII y ya como miembro activo, aporté una «Noticia sobre el pase de la tierra pública a la propiedad privada en el área de Los Cisnes». Me pareció que el tema había concitado algún interés. Como me lo había despertado en mà mismo. Vivimos en un trocito de campo de las 92.000 hectáreas que compró Julio Roca y de una cosa a otra me embalé en el análisis de cual había sido la historia real de Los Campos de Roca.
Los abuelos gringos quedaron postergados también por mÃ. El ego quedó gratificado cuando la universidad de Río Cuarto (adonde había acudido buscando una imprenta más económica que las comerciales) publicó mi trabajo con su sello editorial.
Mucha de la investigación la había hecho, orientado por Carlos Mayol Laferrere, en el Archivo Histórico y en la Dirección de Catastro de Córdoba. Ahà tomé conocimiento del convenio hecho en 1872 entre la provincia y un par de agrimensores audaces que se comprometieron a medir y amojonar las tierras que habían quedado disponibles para la provincia tras el avance de Mansilla con los fortines del rÃo Cuarto al rÃo Quinto. Y que la provincia quería hacer plata cuanto antes.
El tema me atrapó, leà las 321 memorias anexas a cada uno de los planos de las mensuras, traté de saber de la personalidad de los agrimensores (tan disÃmiles entre sÃ) básicamente a través de sus juicios sucesorios, logré entrevistarme con la sobrina nieta de Hudson, Violeta Synhia, repasé las actas de la legislatura provincial y las del Congreso de la Nación adónde Olmedo había actuado como diputado.
Como resultado de todo ello llevé al XIV Encuentro en Huanchilla, (año 1998) lo que titulé «Elementos para una Crónica de las Mensuras». Al comentarlo públicamente invité a quien pudiera sentirse con más imaginación que yo, a que juntos hiciéramos realidad la Crónica. HabÃa que insertar todos esos meros datos acumulados, en lo vivido por esos agrimensores y su entorno en los tres años y medio, casi cuatro, que llevó la tarea. Era necesario imaginar la vida diaria, los posibles conflictos entre los integrantes de los dos equipos con terceros. Las propias situaciones conyugales, etc.
Una de las concurrentes al Encuentro se mostró interesada, pero cuando fui a conversar con ella tiempo después, había tomado otros compromisos.
La Crónica quedó postergada. He hecho algunos intentos de llevarla adelante solo, pero no me veo con las fuerzas que quizás hubiera tenido si en su momento la hubiera encarado.
Aquel plazo de 15 años que les digo más arriba está por cumplirse. Haber editado 3 libros y una veintena de trabajos menores me hacen pensar que no he perdido el tiempo, pero el hombre no es ya el mismo. Aparecen otros temas de menor dimensión que la Crónica (estoy empezando a juntar datos para un «El campo de el Barón» que llevaría a Río de los Sauces el año que viene).
Con mucho sentimiento y el realismo con que trato de encarar las cosas, veo que la «Crónica de las Mensuras» ya no es para mÃ. Renuncio en este momento a su autoría, y eso es lo que quería escribir en este mensaje de la botella..
Por si las cosas se dan, al tirar esta botella al mar, quien dice que no aparezca alguien dispuesto a aprovechar el material acumulado y desarrollarlo. Los espero.
Aldo Hugo Cantón ([email protected])
Que buen ejemplo a imitar… es mi deseo que el mensaje de la botella llegue a un soñador como usted para que continue su obra.
Felicitaciones.
Aldo Hugo es usted muy generoso, pero siga adelante, por favor, sus investigaciones son magnÃficas.Su trabajo minucioso y silencioso es siempre bienvenido.Es usted hasta ingenioso con esto «tirar la botella al mar».Con el respeto que le tengo me atrevo a pedirle que siga estas crónicas.Cuando leà por primera vez un libro suyo, jamás me olvidaré de su prólogo el diálogo del zapatero cordobés con su nieta ¿cómo es vivir en Los Cisnes? es un lugar en donde de todo hay uno:Fue la respuesta.Bueno Aldo Hugo Cantón investigador y contador de historias es uno. De todos hay uno y ese contador de historias es usted.
Con respeto y cariño