En mi último artÃculo, les hablaba de la música y el ajedrez; ahora, paso a contarles la relación entre la poesÃa y el ajedrez, pero, esta relación la haremos más simple.
Ahora, deleitémonos con dos bellos poemas:
Porque esta vida no es
-como probaros espero-,
más que un difuso tablero
de complicado ajedrez.
Los cuadros blancos: los días
los cuadros negros: las noches…
Y ante el tablero, el Destino
acciona allí con los hombres,
como con piezas que mueve
a su capricho y sin orden…
Y uno tras otro al estuche
van, de la nada sin nombre.
Omar Khayham
Ajedrez
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrÃo y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonÃas?
Jorge Luis Borges