Desarrollo: «La sucesión real estable es extremadamente importante. Estabilizar el número de miembros de la Familia Imperial es una cuestión especialmente urgente», dijo Ishiba en su primer discurso político ante el parlamento, pidiendo un debate activo sobre el tema.
Japón, como numerosos países industriales, se enfrenta a una crisis demográfica, con una población envejecida y una tasa de natalidad por los suelos. Según el Banco Mundial, el país tiene la población más envejecida del mundo después de Mónaco.
Shigeru Ishiba calificó la situación de la natalidad como una «emergencia silenciosa», agregando que el gobierno iba a promover medidas de apoyo a las familias, como horarios de trabajo flexibles.
La crisis de natalidad japonesa se refleja en la familia imperial, en la que solo hubo dos nacimientos en los últimos veinte años.
El linaje imperial remonta sus orígenes, según la tradición sintoísta, a la diosa del sol, Amaterasu, en el año 2660 a.C, aunque la actual familia reinante se originó, con toda seguridad histórica, en el siglo V.
El actual emperador, Naruhito, es el 126° soberano pero su única hija, la princesa Aiko, de 22 años, no puede acceder al «Trono del Crisantemo» en virtud de la ley sobre la casa imperial, en vigor desde 1947.
La imposibilidad de tener más hijos llevó a la emperatriz Masako (una ex diplomática educada en Harvard) a sumergirse en una profunda depresión, y sus problemas de salud persisten incluso dos décadas después.
Pese a la prohibición de sucesión femenina, Japón tuvo hasta el siglo XVIII unas ocho emperatrices que oficiaron como regentes o gobernantes por derecho propio.
Los tradicionalistas defienden que introducir a las mujeres y a su descendencia en la sucesión al trono terminaría con el «linaje imperial puro» que, según los sintoístas, desciende de los dioses originarios.
Debido a las normas de sucesión actuales, la familia imperial podría desaparecer en las próximas décadas, ya que cuenta con solo un joven heredero: el sobrino del emperador Naruhito, el príncipe Hisahito, de 18 años.
Sobre el joven Hisahito, que actualmente es un estudiante, recaería en el futuro la obligación de casarse con una mujer y tener hijos para asegurar la descendencia, una presión que algunos califican como intolerable.
Las reglas impuestas por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial que limitan la sucesión femenina dejaron al emperador con solo tres sucesores probables: su hermano Fumihito (de 60 años), su sobrino Hisahito, y su tío Hitachi (de 88 años y sin hijos).
Además, las mujeres deben abandonar la familia cuando se casan, como fue el caso de la ex princesa Mako (ahora Señora Mako Komuro), sobrina de Naruhito, que en 2021 se casó con un compañero de universidad.
De esta forma, a medida que las princesas imperiales se casaron e hicieron sus vidas en la sociedad fuera del palacio, el número de miembros «trabajadores» de la monarquía se redujo al mínimo, impidiendo una proyección más amplia de la monarquía.
En mayo pasado, los legisladores comenzaron a discutir sobre la posibilidad de suavizar las estrictas reglas de sucesión, y una reciente encuesta de la agencia Kyodo reveló que el 90% de los japoneses estaba a favor de abrir la sucesión a las mujeres.
Varios gobiernos crearon comités de especialistas para debatir el tema y elaborar recomendaciones, pero sus propuestas siempre fueron bloqueadas por una influyente facción conservadora dentro del gobernante Partido Liberal Democrático que se niega a aceptar la idea de una emperatriz.
Japón, como numerosos países industriales, se enfrenta a una crisis demográfica, con una población envejecida y una tasa de natalidad por los suelos. Según el Banco Mundial, el país tiene la población más envejecida del mundo después de Mónaco.
Shigeru Ishiba calificó la situación de la natalidad como una «emergencia silenciosa», agregando que el gobierno iba a promover medidas de apoyo a las familias, como horarios de trabajo flexibles.
La crisis de natalidad japonesa se refleja en la familia imperial, en la que solo hubo dos nacimientos en los últimos veinte años.
El linaje imperial remonta sus orígenes, según la tradición sintoísta, a la diosa del sol, Amaterasu, en el año 2660 a.C, aunque la actual familia reinante se originó, con toda seguridad histórica, en el siglo V.
El actual emperador, Naruhito, es el 126° soberano pero su única hija, la princesa Aiko, de 22 años, no puede acceder al «Trono del Crisantemo» en virtud de la ley sobre la casa imperial, en vigor desde 1947.
La imposibilidad de tener más hijos llevó a la emperatriz Masako (una ex diplomática educada en Harvard) a sumergirse en una profunda depresión, y sus problemas de salud persisten incluso dos décadas después.
Pese a la prohibición de sucesión femenina, Japón tuvo hasta el siglo XVIII unas ocho emperatrices que oficiaron como regentes o gobernantes por derecho propio.
Los tradicionalistas defienden que introducir a las mujeres y a su descendencia en la sucesión al trono terminaría con el «linaje imperial puro» que, según los sintoístas, desciende de los dioses originarios.
Debido a las normas de sucesión actuales, la familia imperial podría desaparecer en las próximas décadas, ya que cuenta con solo un joven heredero: el sobrino del emperador Naruhito, el príncipe Hisahito, de 18 años.
Sobre el joven Hisahito, que actualmente es un estudiante, recaería en el futuro la obligación de casarse con una mujer y tener hijos para asegurar la descendencia, una presión que algunos califican como intolerable.
Las reglas impuestas por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial que limitan la sucesión femenina dejaron al emperador con solo tres sucesores probables: su hermano Fumihito (de 60 años), su sobrino Hisahito, y su tío Hitachi (de 88 años y sin hijos).
Además, las mujeres deben abandonar la familia cuando se casan, como fue el caso de la ex princesa Mako (ahora Señora Mako Komuro), sobrina de Naruhito, que en 2021 se casó con un compañero de universidad.
De esta forma, a medida que las princesas imperiales se casaron e hicieron sus vidas en la sociedad fuera del palacio, el número de miembros «trabajadores» de la monarquía se redujo al mínimo, impidiendo una proyección más amplia de la monarquía.
En mayo pasado, los legisladores comenzaron a discutir sobre la posibilidad de suavizar las estrictas reglas de sucesión, y una reciente encuesta de la agencia Kyodo reveló que el 90% de los japoneses estaba a favor de abrir la sucesión a las mujeres.
Varios gobiernos crearon comités de especialistas para debatir el tema y elaborar recomendaciones, pero sus propuestas siempre fueron bloqueadas por una influyente facción conservadora dentro del gobernante Partido Liberal Democrático que se niega a aceptar la idea de una emperatriz.
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