Sobreviviente contó su infierno en El Helicoide, el mayor centro de tortura de Maduro: «Ahí simplemente te desaparecen»

Desarrollo: «¿Qué sabes sobre El Helicoide?», me pregunta Franklin Hernández, que estuvo estuvo preso allí tres años y medio. «Es el mayor centro de tortura de América Latina», le contesto, a lo que él me dice: «Yo lo llamo ‘el agujero negro’».
Franklin Hernández, entrenador deportivo, licenciado en Idiomas Modernos, Organizaciones y Relaciones Internacionales, conversó con Newsweek Argentina sobre los tres años y medio que pasó en en el centro de tortura del régimen de Nicolás Maduro en Caracas, Venezuela. ¿Cómo fue llevado al Helicoide? ¿Qué vivió y vio allí? ¿Cómo fue el día que salió del agujero negro y con qué Venezuela se encontró? Las respuestas a estas y otras preguntas, en un diálogo exclusivo.
Te detuvieron el 1° de enero de 2015 en tu casa en San Cristóbal, en la ciudad de Mérida, ¿Cómo fue esa detención?
-Ellos llegaron a lo de mi mamá y me dijeron que los tenía que acompañar porque había una investigación abierta sobre mi persona. No me dieron mayor información. En un primer momento me negué a ir con ellos porque no tenían ninguna orden de ningún tribunal. Sin embargo, alegaron que la estaban esperando, pero que la orden ya estaba lista. Accedí a ir con ellos a la sede del SEBIN (Servicio Boliviariano de Inteligencia Nacional) en Mérida y ahí me hicieron las mismas preguntas una y otra vez: si yo estaba en un grupo terrorista, si estaba conspirando. Hicieron un allanamiento en mi casa sin una orden, sin la presencia de un fiscal y como no tenían la orden solo revisaron mi cuarto en la casa de mi mamá. Consiguieron una libreta mía de ahorros de antes del 2008, o sea previo a la reconversión monetaria, y al ver cierta cantidad de ceros, pensaron que era una cuenta actual y que yo estaba siendo financiado por alguien. Yo tomé la libreta y les pregunté si habían mirado la fecha. Uno se acercó, miró la libreta y me dijo: «Disculpe, no me había fijado en el detalle».
En la vida real esa llamada duró 28 minutos, pero la editaron totalmente y presentaron acaso 2 minutos y medio. La hicieron parecer como si hubiese sido una conspiración. Ahí me dijeron que tenían que llevarme a Caracas porque iba a ser entrevistado por un fiscal del Ministerio Público en El Helicoide.
Tras avisarle que lo llevaban a El Helicoide, ¿qué pasó después?
-El jueves 22 de diciembre me llevan a Caracas a la sede del Helicoide; en el camino me iban preguntando cualquier cantidad de cosas. Al llegar al Helicoide me dicen que íbamos a estar ahí hasta que me entrevistara la fiscal y que después volvíamos a Mérida. El viernes se tenía que presentar la fiscal Katherine Haringhton, pero no se presentó, y el sábado tampoco lo hizo. Para mi sorpresa el sábado a la noche llega una comisión del SEBIN del Helicoide y me dicen que teníamos que ir a Tribunales porque me iban a presentar enfrente de un tribunal, debido a que tenía cargos que yo no sabía. Es así como fui al Tribunal Quinto de Control y no me dejaron hacer llamadas ni a un abogado ni a mis familiares.
¿De qué se lo acusaba?
-Tenía cargos de «conspiración y de asociación para delinquir». La fiscal cambia los cargos sin ninguna investigación previa, lo cual es ilegal, a «terrorismo, asociación para delinquir y tráfico de armamento». El Tribunal Sexto de Control se declaró incompetente por lo que debían trasladarnos a otro Tribunal. Nos llevaron de nuevo al Helicoide y el lunes nos sacaron para ir a los Tribunales y nos presentaron al Tribunal número 36 de Control con los tres delitos. Ahí pudo acceder la defensa privada que en mi caso fue el Foro Penal. Me preguntaron si me habían golpeado, yo les dije que no me habían agredido físicamente pero sí psicológicamente desde el principio. Llegamos a los 45 días de investigación y el centro en el cual iba a estar iba a ser El Helicoide. En esos 45 días la presión empezó a subir por las detenciones que hubo y llegó una orden de traslado de prisioneros a cárceles comunes. Ahí empezó una serie de torturas psicológicas: los funcionarios nos decían si llegan a penales comunes ahí los van a golpear, los criminales los van a apuñalar. Tanto así que el 12 de marzo un prisionero político se ahorcó en su celda.
¿Qué pasó tras ese episodio?
-Nos hicieron requisas en las celdas, nos quitaron cualquier cantidad de cosas: buscando celulares, cualquier tipo de conexión con el exterior para ver cómo es que esa información se había difundido tan rápido. Lo que buscaban era amedrentarnos para que no se difundiera más información, y decían cosas como que nos quedáramos callados porque nos iban a quitar las visitas, o no íbamos a poder salir al sol…
En abril, cuando mis abogadas fueron a buscar la orden de excarcelación, se encontraron con que ya habían ratificado los tres delitos que supuestamente había cometido. El 4 de mayo, cuando debió ser la primera audiencia, fue diferida porque no se presentó el Ministerio Público. Entonces pasaron la audiencia para junio, pero la fiscal no se presentó, y lo mismo sucedió en julio y en agosto. En todo ese tiempo, estuvieron prohibidas las visitas, ya que, según ellos era parte de los procedimientos para que uno se acostumbrara (no sé a qué se debía acostumbrar uno). Tampoco tenía salidas al sol, no tenía llamadas telefónicas a mi familia. Ellos sabían de mí por las visitas que me hacían mis abogados. Los abogados venían los martes y los jueves cuando los funcionarios dejaban que las visitas se dieran porque a veces las suspendían. En junio de 2015 permitieron que yo pudiera tener la visita de mi mamá solamente y más o menos en septiembre me dejaron hacer llamadas, una vez a la semana o una vez cada 15 días, esas llamadas eran y son totalmente grabadas.
Cuando le dijeron que lo llevaban a «El Helicoide» y que allí se iba a quedar, ¿qué fue lo primero que pensó?
-Que iba a estar en las entrañas de la inteligencia del país. Eso es lo primero que uno piensa. Nada te prepara, pero sí piensas en lo que puede pasar. Lo que pensé yo fue que si iba a estar en un centro de inteligencia no iba a tener los derechos que una persona tiene por ley.
En el momento que me detuvieron y me llevaron al Helicoide nadie sabía nada de mí hasta que mis abogadas me vieron, hubo especulaciones de que me habían golpeado, ensangrentado, sacado a un centro de salud clandestino y demás. Mis abogadas me explicaron que esa información había salido de los laboratorios que tienen ellos: lanzan información de forma clandestina y se va proliferando.Lo hacen para que la gente tenga miedo.
¿Qué fue lo primero que pensó cuando llegó? ¿Qué sintió? ¿Qué vio?
-Mi historia es un poco diferente, porque, cuando yo entré, a mí los primeros cinco días me dejaron en la Oficina de Técnica, que es donde a uno le toman las huellas dactilares, las fotografías y le hacen la reseña. Pasados esos días, me pasaron a una celda en la que había 17 personas, de las cuales solo dos éramos prisioneros políticos, el resto eran hampa común (bandas delictivas de una región), casos de corrupción del Gobierno, fiscales, bancarios, también los que estaban involucrados en el asesinato de Robert Serra (diputado venezolano).
Dijo que sufrió maltrato psicológico, pero no violencia física, aunque está probado que allí ocurrieron torturas. ¿Por qué cree que en su caso ocurrió así?
-Yo creo que a mí no me maltrataron físicamente por una razón: en mi adolescencia yo practiqué Taekwondo y llegué a las selecciones, tanto de mi estado como del país. Creo que el saber ellos que tenían a una persona entrenada en artes marciales, les causó miedo. Además, yo estaba dispuesto a enfrentarlos, no me iba a dejar golpear, si ellos venían a golpearme, yo les iba a responder y, al final del día, ellos también son seres humanos y también sienten.
¿Cómo fue estar en una celda con delincuentes comunes?
-En un momento, estuve en una celda solo con hampa común y a las tres de la mañana llegaban, los sacaban, los golpeaban y los metían de nuevo en la celda. También les ponían una especie de bolsa de tela en la cabeza, los llevaban caminado a ciegas por el pasillo y a las dos, tres horas, los volvían a traer a la celda en unas condiciones horribles, les quitaban la bolsa y habían sido golpeados fuertemente.
Durante esos tres años y medio ¿su familia supo de usted?
-Durante los primeros meses no supieron nada de mí. Como contaba, lo que sabían era a través de mis abogados, que podían verme pero media hora y solo para hablar del caso. Después, cuando empezaron las visitas, una vez al mes mi mamá me iba a visitar, pero era una zozobra porque estás en El Helicoide y a cada rato había escándalos. Por ejemplo, en los dos meses que los primos de Makled (narcotraficante) estuvieron en la misma celda que yo, había requisas a cada rato y no sabías qué podía pasarte. Pensabas qué podrían hacerte si ellos conseguían algo que no debería estar allí.
¿Cómo hizo para mantenerse lúcido y sobrevivir?
-Las convicciones. Me aferré a que uno es mejor que ellos, a que uno no puede dejarse doblegar por ellos y había que demostrárselos todos los días a pesar de que ellos pusieron, a propósito en la celda donde yo estaba, a los peores delincuentes que te puedas imaginar. Y cuando digo los peores es literalmente los peores. Por ejemplo, primos de Makled, un narcotricante y también a quien supuestamente planeó el asesinato de Robert Serra con el objetivo de meterme en presión.
Los primos de Makled estuvieron allí dos meses y en esos dos meses yo no supe lo que era comer comida del SEBIN. La cantidad de bebidas alcohólicas que te puedas imaginar estaban en esa celda porque ellos pagaban por todo. Y eso es lo que ellos buscan: que tú pagues por una visita, por un celular, y te sacan el dinero que ellos quieran.
Pero igualmente nos hacían requisas: ellos pagaban para que les pasaran celulares y después los mismos funcionarios venían a hacer las requisas Agarraban esos celulares y se los partían. Por supuesto, eso es una presión para cualquiera, porque por lo que hagan ellos tú también puedes pagar. El Helicoide es el agujero negro. Ahí nada se sabe y lo que hagan ellos es legal. Cuando se fueron los primos de Makled, metieron a un muchacho apodado «el buñuelo», que mató a más de 60 policías y el día que lo agarraron usó a su mujer y a su hija de escudo, lanzó granadas a las patrullas de la policía. Todo esto lo hacían para doblegarme, para tenerme con miedo, buscaban que yo me partiera, pero yo les decía no, porque yo soy mejor que ustedes, yo no soy un delincuente. Y eso es lo primero de lo que uno tiene que estar seguro, de que uno no es un delincuente.
¿Considera que usted fue un prisionero político? ¿Qué significa ser prisionero político en Venezuela?
-Un prisionero político en Venezuela es una ficha de cambio: estás secuestrado; tu familia sabe quien te tiene secuestrado, y les permiten irte a visitar pero no hay un monto de rescate. Es un secuestro sin un monto de rescate. Cuando el Gobierno necesite algo, te va a utilizar como ficha de cambio. En mi caso, la ficha de cambio fueron las elecciones presidenciales de 2018. Esas elecciones no fueron reconocidas por muchos países y entonces ellos, para demostrar poder, liberaron prisioneros políticos, y yo estaba en esa lista.
¿Pensaba que iba a salir?
-En algún momento tenía que salir; no sabía si iba a ser por Tribunales, por la orden de cadena nacional, pero iba a salir. Tampoco sabía cuánto tiempo iba a tomar; podía tomar los 45 días de investigación o los tres años y medio. Hay algunos que todavía están presos y en 2025 van a cumplir 10 años. En el agujero negro sabes cuando entras, pero no cuándo sales.
¿Cuándo salió de El Helicoide? ¿Qué recuerda de ese día?
– Salí en junio de 2018 y, a priori, fue un shock. Ellos siempre para todo hacen un show, y a nosotros nos llevaron a la Casa Amarilla, que es donde ellos siempre hacen sus presentaciones. El día que salí, llegó a la celda un comisario y me dijo «te vas». Yo le respondo «¿para dónde me voy?», a lo que me dice, «en libertad». Yendo para el show, algo que a mí y a mi compañero Renzo nos causó mucho impacto fue ver cómo una muchacha de 22 años, máximo 25, buscaba comida en la basura. Antes de que nos apresaran, en Venezuela no había esa crisis, y fue ahí cuando pensamos a qué Venezuela estábamos saliendo.
A pesar de que estábamos felices porque íbamos a poder ver y abrazar a nuestros familiares y amigos…, ¿a qué Venezuela nos íbamos a enfrentar?
Era una Venezuela diferente: ver gente haciendo cola desde las cuatro de la mañana para ver si podía comprar alimentos, gente intentando saber a dónde iban a llegar los productos básicos. Esto no pasaba cuando a nosotros nos metieron en El Helicoide. Fue una máquina del tiempo.
¿Cómo fueron los primeros días en esa «nueva Venezuela»?
-Fuertes. Estuve en Caracas por unos días porque, en nuestro caso, los gobernadores de la oposición que habían ganado las elecciones habían firmado un acuerdo para ser como nuestros «padrinos», para que nosotros «nos portáramos bien». En mi caso, se trató del gobernador de Mérida, Ramón Guevara. Y al estar en Caracas y ver más de cerca esa realidad, me pegó bastante, porque nosotros estábamos luchando para que eso no llegara.
¿Cómo fue la vuelta a Mérida, su ciudad?
-Volver a abrazarme con mis seres queridos, con la gente que siempre estuvo pendiente de mí, hizo la cuestión más llevadera. Muchos me decían que no hablara porque tenía mucho que superar, pero yo les decía no, que todo lo que yo tenía que superar se quedó ahí adentro. El Franklin que estaba adentro se quedó ahí, y ese Franklin no tiene porqué salir. Aquí tiene que venir una mejor versión de lo que estuvo ahí adentro. Y eso fue lo que salió. Hay que adaptarse lo más rápido posible al mundo. Sabes que tienes los ojos de ellos encima. Tuve los ojos de ellos encima hasta que empezó la pandemia. Donde estaba siempre tenía los ojos de ellos, veía a los mismos comisarios que veía dentro del Helicoide, y ellos me decían que me estaban siguiendo, que cumplían órdenes.
¿Qué cambió en usted después de esta experiencia?
-Mis convicciones son más fuertes. No quiero que lo que pasa en Venezuela siga pasando y ni en ningún país. Ahora no tenemos solo El Helicoide: tenemos dos cárceles más. Mi intransingencia aumentó exponencialmente. Tengo que hablarlo, porque si no la gente piensa que es mentira, y no es mentira. Esto me pasó y sigue pasando. Si tengo que contar mi historia 100.000 veces, lo voy a hacer, porque se tiene que acabar. Y se debe acabar no solo para Venezuela, si no para todo el mundo.
Información de Newsweek Argentina 


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