Desarrollo: Tras la debacle sufrida hace cinco años, cuando confiaban en una buena elección y apenas lograron el 13% de los votos, este domingo la extrema derecha está a punto de festejar una «victoria histórica» en Austria, ya que las primeras estimaciones luego de las elecciones legislativas les otorgan cerca del 30% de los sufragios. El Partido de la Libertad, liderado por Herbert Kickl dijo «tener un buen presentimiento, el ambiente es positivo y creo que vamos a tener éxito en las urnas». Su sonrisa en Purkersdorf, a las afueras de Viena, lo decía todo, pero el triunfo no le garantiza todavía llegar al poder, porque los opositores resisten acompañarlo y podrían reunirse para bloquear su llegada al gobierno.
De confirmarse lo que indican los sondeos, el triunfo de Kickl representaría otro ladrillo en la pared del auge de los partidos radicales en Europa, y debe señalarse que el Partido de la Libertad es un sello creado por antiguos nazis, y vencería a los conservadores de la actual formación gobernante, el partido conservador ÖVP (Partido Popular de Austria), una alianza con ecologistas liderada por el canciller Karl Nehammer, que en los sondeos aparece segunda con 26% de los votos.
Tras cinco años de una alianza inédita de conservadores y ecologistas en el poder, el avance de la ultraderecha supone un sismo en Austria, donde el FPÖ integró el gobierno previamente pero nunca encabezó una votación nacional. Sin embargo, el mordaz Kickl, tan extremista que ningún partido quiere gobernar con él, no tiene todavía garantizado el puesto de jefe de gobierno.
«Despierta miedos, el FPÖ siempre se agita y nunca tiene nada constructivo que aportar», aseguró Theres Friesacher, una investigadora de 29 años entrevistada por AFP a la salida de un colegio electoral en Viena, recordando el caos y las «historias de corrupción» cada vez que estuvieron en el Ejecutivo.
Desde 2021, cuando Herbert Kickl asumió el control de esta formación marcada por la corrupción, la popularidad del FPÖ creció gracias al enfado de los votantes por temas como la inmigración, la inflación y las restricciones por el covid-19, como ocurrió con otros partidos de extrema derecha en Europa.
Este exministro del Interior, de 55 años, hizo campaña en estas elecciones, en las que más de 6,3 millones de personas estaban llamadas a votar de los 9 millones de habitantes del país, con consignas como «Atrévete a probar algo nuevo».
El FPÖ integró el Ejecutivo por primera vez en 2000, lo que desató protestas en el país y sanciones de la Unión Europea.
«Esta vez será diferente (…) esta vez vamos a ganar la elección», declaró Kickl el viernes ante sus simpatizantes frente a la principal catedral de Viena.
En su discurso, fustigó las sanciones de la UE contra Rusia, atacó al gobierno saliente y asumió el concepto de la «remigración», que pide la expulsión de personas de origen étnico no europeo que no se habrían integrado plenamente.
Entre la multitud de los partidarios de Kickl, Walter Gerhard Piranty, de 54 años y propietario de un bar, aprecia el lado «ascético» de «este deportista, que no toma drogas ni bebe alcohol», mientras que otros alababan su sensibilidad ante sus problemas cotidianos.
Por su parte, el conservador Nehammer, de 51 años, jugó la baza de un partido «en el centro» del espectro político, a pesar de su tajante posición sobre la inmigración.
El canciller reiteró su negativa a trabajar con Kickl, quien se autodenomina el futuro «Volkskanzler», el canciller del pueblo, un término utilizado con Adolf Hitler en los años 1930.
«Hay mucho en juego», insistió el mandatario tras depositar su voto el domingo, refiriéndose a unas elecciones decisivas para el futuro de Europa y la guerra en Ucrania.
Pese a que la popularidad de los conservadores cayó más de 10 puntos respecto al 2019, el ÖVP, en el poder desde 1987, debería -salvo sorpresas- conservar la cancillería, aunque las negociaciones para encontrar socios serán largas.
Aunque Nehammer repite que no quiere formar alianza con Herbert Kickl, no descarta una posible coalición con los «azules» del FPÖ, como en 2000 y 2017.
Muchos electores apuestan por este escenario, como Bernd Lunglmayr, consultor de salud de 48 años. «Cualquier otro desenlace me sorprendería mucho», indicó, afirmando estar «preocupado». «En Austria, la memoria política es corta» y «la tendencia en el mundo occidental es hacia partidos populistas, en estos tiempos de crisis».
Si se confirma la amplia victoria del FPÖ, los conservadores no aceptarán ser el socio minoritario, pronostican los expertos. Probablemente preferirán unir fuerzas con los socialdemócratas (20,4%) y un tercer partido, que podría ser el liberal NEOS.
Con los Verdes, en claro descenso (8,6%), hay muchos puntos de desacuerdo y el divorcio parece definitivo.
De confirmarse lo que indican los sondeos, el triunfo de Kickl representaría otro ladrillo en la pared del auge de los partidos radicales en Europa, y debe señalarse que el Partido de la Libertad es un sello creado por antiguos nazis, y vencería a los conservadores de la actual formación gobernante, el partido conservador ÖVP (Partido Popular de Austria), una alianza con ecologistas liderada por el canciller Karl Nehammer, que en los sondeos aparece segunda con 26% de los votos.
Tras cinco años de una alianza inédita de conservadores y ecologistas en el poder, el avance de la ultraderecha supone un sismo en Austria, donde el FPÖ integró el gobierno previamente pero nunca encabezó una votación nacional. Sin embargo, el mordaz Kickl, tan extremista que ningún partido quiere gobernar con él, no tiene todavía garantizado el puesto de jefe de gobierno.
«Despierta miedos, el FPÖ siempre se agita y nunca tiene nada constructivo que aportar», aseguró Theres Friesacher, una investigadora de 29 años entrevistada por AFP a la salida de un colegio electoral en Viena, recordando el caos y las «historias de corrupción» cada vez que estuvieron en el Ejecutivo.
Desde 2021, cuando Herbert Kickl asumió el control de esta formación marcada por la corrupción, la popularidad del FPÖ creció gracias al enfado de los votantes por temas como la inmigración, la inflación y las restricciones por el covid-19, como ocurrió con otros partidos de extrema derecha en Europa.
Este exministro del Interior, de 55 años, hizo campaña en estas elecciones, en las que más de 6,3 millones de personas estaban llamadas a votar de los 9 millones de habitantes del país, con consignas como «Atrévete a probar algo nuevo».
El FPÖ integró el Ejecutivo por primera vez en 2000, lo que desató protestas en el país y sanciones de la Unión Europea.
«Esta vez será diferente (…) esta vez vamos a ganar la elección», declaró Kickl el viernes ante sus simpatizantes frente a la principal catedral de Viena.
En su discurso, fustigó las sanciones de la UE contra Rusia, atacó al gobierno saliente y asumió el concepto de la «remigración», que pide la expulsión de personas de origen étnico no europeo que no se habrían integrado plenamente.
Entre la multitud de los partidarios de Kickl, Walter Gerhard Piranty, de 54 años y propietario de un bar, aprecia el lado «ascético» de «este deportista, que no toma drogas ni bebe alcohol», mientras que otros alababan su sensibilidad ante sus problemas cotidianos.
Por su parte, el conservador Nehammer, de 51 años, jugó la baza de un partido «en el centro» del espectro político, a pesar de su tajante posición sobre la inmigración.
El canciller reiteró su negativa a trabajar con Kickl, quien se autodenomina el futuro «Volkskanzler», el canciller del pueblo, un término utilizado con Adolf Hitler en los años 1930.
«Hay mucho en juego», insistió el mandatario tras depositar su voto el domingo, refiriéndose a unas elecciones decisivas para el futuro de Europa y la guerra en Ucrania.
Pese a que la popularidad de los conservadores cayó más de 10 puntos respecto al 2019, el ÖVP, en el poder desde 1987, debería -salvo sorpresas- conservar la cancillería, aunque las negociaciones para encontrar socios serán largas.
Aunque Nehammer repite que no quiere formar alianza con Herbert Kickl, no descarta una posible coalición con los «azules» del FPÖ, como en 2000 y 2017.
Muchos electores apuestan por este escenario, como Bernd Lunglmayr, consultor de salud de 48 años. «Cualquier otro desenlace me sorprendería mucho», indicó, afirmando estar «preocupado». «En Austria, la memoria política es corta» y «la tendencia en el mundo occidental es hacia partidos populistas, en estos tiempos de crisis».
Si se confirma la amplia victoria del FPÖ, los conservadores no aceptarán ser el socio minoritario, pronostican los expertos. Probablemente preferirán unir fuerzas con los socialdemócratas (20,4%) y un tercer partido, que podría ser el liberal NEOS.
Con los Verdes, en claro descenso (8,6%), hay muchos puntos de desacuerdo y el divorcio parece definitivo.
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