La misa se realizó en portugués y durante el sermón el Santo Padre expresó: «Pidamos juntos, en esta Eucaristía, como hombres y mujeres, como Iglesia y como sociedad, saber reflejar en el mundo la luz potente y tierna del amor, de ese Dios que, como rezamos en el salmo responsorial, levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria, para hacerlo sentar entre los nobles».
Previamente, el religioso comenzó su agenda visitando un hogar de monjas que atienden a jóvenes con discapacidades físicas y mentales. Además, saludó y besó a enfermos, algunos de ellos en camillas, quienes lo esperaban a la salida de la catedral de la Inmaculada Concepción, donde se encontró con obispos, sacerdotes, diáconos, monjas, seminaristas y catequistas.
«Si la Iglesia está en el centro y no en los confines, es una Iglesia enferma», expresó el Papa al llegar al templo donde agradeció el trabajo de los religiosos de Timor Oriental para llevarlo a los «confines del mundo» y agregó: «Ustedes son el perfume del Evangelio».
La capital del pequeño país asiático se vio revolucionada por la visita de menos de 48 horas del religioso, la cual le costó al gobierno un total de 12 millones de dólares.
AS./fl
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