Desarrollo: El peronismo, los progres, muchos periodistas y quienes se presentan como feministas, pero en realidad fueron cómplices intelectuales de Alberto Fernández, están en una situación crítica, y haremos todo lo posible para que no se recuperen. Han causado mucho más daño del que se ha visto hasta ahora.
El peronismo apoyó a Alberto de manera incondicional porque necesitaba reactivar negocios que se habían interrumpido durante la presidencia de Macri. El único objetivo del peronismo es el latrocinio.
Durante la cuarentena, mientras llenaban la Quinta de Olivos con mujeres y celebraban cumpleaños con fondos públicos, como el de Fabiola Yáñez y el de Vilma Ibarra (quien también fue pareja de Alberto), la gente no podía despedir a sus muertos. Además, compraban productos básicos como fideos para los pobres con sobreprecios brutales y favorecían a empresarios corruptos de la industria farmacéutica para otorgarles contratos que resultarían en coimas fabulosas para los líderes peronistas.
El gobierno de Fernández fue, en esencia, del peronismo, es decir, de CFK, de los sindicatos, de Massa, de La Cámpora, de los piqueteros y de los gobernadores. Ahora, todos pretenden sorprenderse y distanciarse del gobierno más peronista de los últimos años. Alberto Fernández fue, hasta ayer, presidente del PJ. No permitiremos que se desmarquen ni un solo segundo.
También hay que recordar a personajes como Horacio Rodríguez Larreta, que aplicaba las mismas medidas de barbarie que le mandaba Alberto. A todos les convenía porque hacían negocios. Alberto le agradeció a Horacio su servidumbre, sacándole presupuesto a la ciudad de Buenos Aires para dárselo a Kicillof.
Los progres argentinos compraron completamente el «paquete Alberto». Se convirtieron en voceros de las atrocidades más aberrantes, como los científicos del Conicet que difundían imbecilidades sin parar y fueron cómplices de abusos, como cuando Alberto amenazó a Sandra Pitta.
La gente del espectáculo hacía publicidad para encerrar a la población, cobrando por ello, y aparecían en actos patéticos apoyando a Alberto, quien los utilizaba mientras pensaba en la próxima joven que iría a verlo esa noche con un permiso especial. Todo esto, mientras la gente moría por falta de vacunas y, las pocas disponibles, eran utilizadas por lacras como Verbitsky y toda la mafia de amigos del ex presidente.
El progresismo debe desaparecer en Argentina, ya que han defendido la humillación de los ciudadanos. Recuerdo la indignación de los progres cuando algunos firmamos la carta llamada «Infectadura», denunciando el encierro, la destrucción y el ataque a los ciudadanos como en ningún otro lugar del mundo. Son detestables, y es necesario hacerles sentir el rechazo.
En cuanto a los periodistas, muchos fueron cómplices de las atrocidades de Alberto. Personas como Ernesto Tenembaum (compañero de radio de Tamara Pettinato), a quien Alberto llamaba al aire para felicitar en su cumpleaños, o María O’Donnell, quien un día discutió con la ciudadana Ani Martino diciendo que no había habido asesinatos durante la cuarentena.
Yo mismo le ofrecí a María O’Donnell debatir sobre los asesinatos durante la cuarentena medieval, pero no me respondió. Tenembaum esta semana, de la nada, empezó a hablar de las adicciones de Fabiola. Ernesto no puede caer más bajo. Está parejo con Rial en la categoría máxima de la indignidad. Defendían la palabra única de Alberto. Estos dos son el símbolo de muchos periodistas que sabían quién era Alberto, pero por pauta y por amiguismo lo callaban y lo presentaban como un profesor progre y así convertirlo en alguien que no era.
El periodismo en Argentina tiene una baja credibilidad debido a estos mediocres sátrapas, y a los de C5N, Página 12 y una larga lista de medios y periodistas que blanquearon a Fernández porque con Macri no recibían la pauta o la atención que deseaban. Todos los que llamaban a Alberto “moderado” estaban al tanto de todas las barbaridades que había hecho a lo largo de su nefasta carrera política. Ahora, esos periodistas, que fueron cómplices del expresidente lloriquean porque los acosan en las redes sociales.
A pesar de sus problemas, las redes sociales y los periodistas decentes rompieron muchas veces el pacto de silencio de aquellos que ahora lloran por los trolls. Guadalupe Vázquez denunció, en estos días, que conoce al menos tres casos de abusos sexuales en La Cámpora que fueron arreglados con dinero. Guadalupe fue la que publicó la foto del cumpleaños de Fabiola. Esa es la diferencia entre quienes investigan y quienes amparan al poder corrupto.
Las feministas progres y peronistas también deberían esconderse por un tiempo. Presentaron a Alberto como un estadista por crear el Ministerio de la Mujer, un ministerio de propaganda que no sirvió a ninguna mujer, excepto a quienes cobraban un sueldo ahí y a las que tenían tongos oficiales. Para defender a las mujeres de abusos, deben actuar jueces y fiscales, como en los casos de Alperovich y Ezequiel Guazzora, quienes están presos por la justicia, no por la existencia del Ministerio de la Mujer. Espinoza está procesado porque la justicia está actuando; recordemos que esos tres son peronistas de pura cepa. El nivel de indignidad no tiene límites. Ahora mismo, algunas figuras impresentables, como el colectivo de Actrices Argentinas, quieren distanciarse de Alberto y aprovechan para criticar a Milei por desmantelar esas cuevas de «ñoquis» y propaganda.
Si hablamos del INADI, la persona que Alberto puso a cargo fue Victoria Donda, quien discriminaba a su empleada doméstica teniéndola en negro y ofreciéndole un plan social para pagarle el trabajo que hacia en su casa. En el Ministerio de la Mujer, primero estuvo Elizabeth Gómez Alcorta, una indigente intelectual, que fue reemplazada por Ayelén Mazzina, quien ocupaba ese cargo en San Luis cuando asesinaron a Magalí Morales por querer salir a comprar comida para sus hijos, en plena cuarentena. A pesar de ese antecedente, Alberto la nombró ministra de la Mujer. Aceptaron ese desatino porque, si una mujer es asesinada por no cumplir las órdenes de los machos peronistas, las feministas guardan silencio. No tienen dignidad ni vergüenza.
En cualquier caso, estos escándalos no deben ocultar la trama de la corrupción en los seguros. Alberto ya estaba implicado, y en los chats aparecieron los nombres de Katopodis y Massa en esos chanchullos. Esta enfermedad no remitirá hasta que haya mucha gente presa. Esta semana condenaron al enfermo mental de Guillermo Moreno, otro fiel exponente del kirchnerismo de Néstor.
Cuando murió Eva Duarte, Perón buscó una nueva pareja y la encontró en Nelly Rivas, a quien instaló en la casa presidencial y con quien durmió en su cama durante muchos meses. Nelly pertenecía a la UES, una de las organizaciones fascistas del peronismo, y tenía 14 años. La pederastia como política de Estado fue una innovación del General. El mismo peronismo que había encarcelado a una feminista célebre llamada Victoria Ocampo.
Muchos en Argentina defienden indignidades desde los años 40.
El peronismo apoyó a Alberto de manera incondicional porque necesitaba reactivar negocios que se habían interrumpido durante la presidencia de Macri. El único objetivo del peronismo es el latrocinio.
Durante la cuarentena, mientras llenaban la Quinta de Olivos con mujeres y celebraban cumpleaños con fondos públicos, como el de Fabiola Yáñez y el de Vilma Ibarra (quien también fue pareja de Alberto), la gente no podía despedir a sus muertos. Además, compraban productos básicos como fideos para los pobres con sobreprecios brutales y favorecían a empresarios corruptos de la industria farmacéutica para otorgarles contratos que resultarían en coimas fabulosas para los líderes peronistas.
El gobierno de Fernández fue, en esencia, del peronismo, es decir, de CFK, de los sindicatos, de Massa, de La Cámpora, de los piqueteros y de los gobernadores. Ahora, todos pretenden sorprenderse y distanciarse del gobierno más peronista de los últimos años. Alberto Fernández fue, hasta ayer, presidente del PJ. No permitiremos que se desmarquen ni un solo segundo.
También hay que recordar a personajes como Horacio Rodríguez Larreta, que aplicaba las mismas medidas de barbarie que le mandaba Alberto. A todos les convenía porque hacían negocios. Alberto le agradeció a Horacio su servidumbre, sacándole presupuesto a la ciudad de Buenos Aires para dárselo a Kicillof.
Los progres argentinos compraron completamente el «paquete Alberto». Se convirtieron en voceros de las atrocidades más aberrantes, como los científicos del Conicet que difundían imbecilidades sin parar y fueron cómplices de abusos, como cuando Alberto amenazó a Sandra Pitta.
La gente del espectáculo hacía publicidad para encerrar a la población, cobrando por ello, y aparecían en actos patéticos apoyando a Alberto, quien los utilizaba mientras pensaba en la próxima joven que iría a verlo esa noche con un permiso especial. Todo esto, mientras la gente moría por falta de vacunas y, las pocas disponibles, eran utilizadas por lacras como Verbitsky y toda la mafia de amigos del ex presidente.
El progresismo debe desaparecer en Argentina, ya que han defendido la humillación de los ciudadanos. Recuerdo la indignación de los progres cuando algunos firmamos la carta llamada «Infectadura», denunciando el encierro, la destrucción y el ataque a los ciudadanos como en ningún otro lugar del mundo. Son detestables, y es necesario hacerles sentir el rechazo.
En cuanto a los periodistas, muchos fueron cómplices de las atrocidades de Alberto. Personas como Ernesto Tenembaum (compañero de radio de Tamara Pettinato), a quien Alberto llamaba al aire para felicitar en su cumpleaños, o María O’Donnell, quien un día discutió con la ciudadana Ani Martino diciendo que no había habido asesinatos durante la cuarentena.
Yo mismo le ofrecí a María O’Donnell debatir sobre los asesinatos durante la cuarentena medieval, pero no me respondió. Tenembaum esta semana, de la nada, empezó a hablar de las adicciones de Fabiola. Ernesto no puede caer más bajo. Está parejo con Rial en la categoría máxima de la indignidad. Defendían la palabra única de Alberto. Estos dos son el símbolo de muchos periodistas que sabían quién era Alberto, pero por pauta y por amiguismo lo callaban y lo presentaban como un profesor progre y así convertirlo en alguien que no era.
El periodismo en Argentina tiene una baja credibilidad debido a estos mediocres sátrapas, y a los de C5N, Página 12 y una larga lista de medios y periodistas que blanquearon a Fernández porque con Macri no recibían la pauta o la atención que deseaban. Todos los que llamaban a Alberto “moderado” estaban al tanto de todas las barbaridades que había hecho a lo largo de su nefasta carrera política. Ahora, esos periodistas, que fueron cómplices del expresidente lloriquean porque los acosan en las redes sociales.
A pesar de sus problemas, las redes sociales y los periodistas decentes rompieron muchas veces el pacto de silencio de aquellos que ahora lloran por los trolls. Guadalupe Vázquez denunció, en estos días, que conoce al menos tres casos de abusos sexuales en La Cámpora que fueron arreglados con dinero. Guadalupe fue la que publicó la foto del cumpleaños de Fabiola. Esa es la diferencia entre quienes investigan y quienes amparan al poder corrupto.
Las feministas progres y peronistas también deberían esconderse por un tiempo. Presentaron a Alberto como un estadista por crear el Ministerio de la Mujer, un ministerio de propaganda que no sirvió a ninguna mujer, excepto a quienes cobraban un sueldo ahí y a las que tenían tongos oficiales. Para defender a las mujeres de abusos, deben actuar jueces y fiscales, como en los casos de Alperovich y Ezequiel Guazzora, quienes están presos por la justicia, no por la existencia del Ministerio de la Mujer. Espinoza está procesado porque la justicia está actuando; recordemos que esos tres son peronistas de pura cepa. El nivel de indignidad no tiene límites. Ahora mismo, algunas figuras impresentables, como el colectivo de Actrices Argentinas, quieren distanciarse de Alberto y aprovechan para criticar a Milei por desmantelar esas cuevas de «ñoquis» y propaganda.
Si hablamos del INADI, la persona que Alberto puso a cargo fue Victoria Donda, quien discriminaba a su empleada doméstica teniéndola en negro y ofreciéndole un plan social para pagarle el trabajo que hacia en su casa. En el Ministerio de la Mujer, primero estuvo Elizabeth Gómez Alcorta, una indigente intelectual, que fue reemplazada por Ayelén Mazzina, quien ocupaba ese cargo en San Luis cuando asesinaron a Magalí Morales por querer salir a comprar comida para sus hijos, en plena cuarentena. A pesar de ese antecedente, Alberto la nombró ministra de la Mujer. Aceptaron ese desatino porque, si una mujer es asesinada por no cumplir las órdenes de los machos peronistas, las feministas guardan silencio. No tienen dignidad ni vergüenza.
En cualquier caso, estos escándalos no deben ocultar la trama de la corrupción en los seguros. Alberto ya estaba implicado, y en los chats aparecieron los nombres de Katopodis y Massa en esos chanchullos. Esta enfermedad no remitirá hasta que haya mucha gente presa. Esta semana condenaron al enfermo mental de Guillermo Moreno, otro fiel exponente del kirchnerismo de Néstor.
Cuando murió Eva Duarte, Perón buscó una nueva pareja y la encontró en Nelly Rivas, a quien instaló en la casa presidencial y con quien durmió en su cama durante muchos meses. Nelly pertenecía a la UES, una de las organizaciones fascistas del peronismo, y tenía 14 años. La pederastia como política de Estado fue una innovación del General. El mismo peronismo que había encarcelado a una feminista célebre llamada Victoria Ocampo.
Muchos en Argentina defienden indignidades desde los años 40.
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