En ninguna otra obra nacional hay tantas mujeres como en la que se está realizando para recuperar el coliseo mayor de Córdoba. Los “cascos rosas del Libertador” trabajan en la restauración artística de fachada, de mármoles y de textiles. También figuran inspectoras, técnicas y contratistas que ultiman los detalles de la gran obra.
Falta poco para que recupere su esplendor original el Teatro del Libertador San Martín, en el que sigue trabajando un esforzado ejército de restauradores -mujeres y hombres- que en distintas etapas han ofrecido pruebas palpables de una labor compleja y multidisciplinaria, destinada a que la ciudad disfrute de su coliseo mayor, tal como lucía a fines del siglo XIX, pero con las mejoras y adelantos tecnológicos de la actualidad.
Córdoba ya tiene un adelanto de la restauración, renovación y puesta en valor de la construcción diseñada por Francesco Tamburini, ejecutada por Giuseppe Franceschi e inaugurada el 26 de abril de 1891. Recientemente, se encendieron las luces ornamentales para reinaugurar la fachada que luce renovada, al cabo de ocho meses de labor.
Responsable de la restauración del frente del teatro fue Alicia Beltramino, una de las mujeres que han asumido un rol de vital importancia para que la sala de avenida Vélez Sarsfield recupere su condición de edificio emblemático, conserve su calidad de escenario privilegiado de la cultura musical y, en lo inmediato, aloje en marzo los actos centrales del Congreso Internacional de la Lengua Española.
Para que el imponente exterior del teatro se vea como ahora, se realizó un relevamiento y estudios previos, a fin de elaborar el plan de trabajo y se dio intervención al Ceprocor, organismo que hizo las pruebas cualitativas y cuantitativas de los elementos que le proporcionaban como muestra.
Beltramino es la restauradora responsable de la fachada, las logias y las esculturas de hierro que están en el frente del teatro. También tuvo a su cargo el asesoramiento y curaduría en la restauración de mármoles, carpintería y pisos.
Probablemente no haya en el resto del país, una obra en la que trabajen tantas mujeres. Son más de cincuenta y se las distingue entre sus compañeros por sus cascos de color rosa, entremezclados con los blancos y amarillos más comunes en cualquier construcción.
Recuperar el brillo del teatro más importante de la provincia requirió de la tarea de un equipo interdisciplinario, coordinado por Gabriela Casasnovas, una arquitecta de la Dirección de Cultura y asesores externos, entre los cuales figura Natalia Brizuela, otra profesional de la arquitectura.
El medio centenar de mujeres se distribuye en distintas especialidades de un trabajo que posee un elemento común, que es el objetivo de recuperar el estado y apariencia que el Teatro del Libertador tenía cuando fue inaugurado. Como todos los que se dedican a restaurar, se destacan por su minuciosidad, precisión y mirada artística.
Hay mujeres que trabajan en restauración artística, de fachada, de mármoles, de textiles, del telón de fantasía y de cerámica de gres. Natalia Brizuela coordina el equipo que se ocupa de los textiles. El teatro tiene cortinados, bandeaux, telón italiano, arlequines, bambalinones y, la estrella indiscutida: el telón de fondo que el grupo que trabaja encontró cuando apenas comenzaba su tarea, hallazgo que alegró una jornada donde reinaba el desorden propio de cualquier inicio de obra.
Ni uno solo de los restauradores ha dejado de ponderar la recuperación del telón que tiene 127 años y una alegoría de la libertad que está en todas las fotos de la habilitación del teatro.
El “plantel de cascos rosas del Libertador” incluye también a inspectoras de obra, técnicas en higiene y seguridad y contratistas. Han trabajado intensamente, y todavía lo hacen, para que Córdoba pueda enorgullecerse de su sala mayor.