El 9 de julio de 1816 presidía el Congreso el sanjuanino Narciso Laprida. Ese día finalmente, los diputados se decidieron a discutir el tema de la Independencia. El secretario, Juan José Paso, preguntó a los congresales si querían “que las provincias de la Unión fuesen una nación libre de los Reyes de España y su metrópoli”. Reviva la historia paso a paso en esta reseña.
¿Qué pasó entre 1810 y 1816?
Teníamos gobierno propio y estábamos decididamente en guerra con España; sin embargo, la declaración de la Independencia no llegaba ¿Por qué?
Después del 25 de mayo de 1810, comenzaron las discusiones sobre cuándo y cómo se declararía nuestra Independencia. Dentro de la Primera Junta había diferencias profundas. Moreno y sus seguidores querían encaminarse rápido hacia una franca declaración de independencia, para agregarle cambios sociales y económicos a la revolución política. El sector saavedristas proponía ir despacio, sin modificar el orden social y económico heredado de la colonia.
Estos dos puntos de vista opuestos, expresando distintos intereses, llevaron a enfrentamientos y a diversos cambios de gobierno. Entre 1810 y 1813, el poder se fue concentrando en pocas manos y se privilegiaron los intereses de los ganaderos porteños y de los comerciantes ingleses afincados en Buenos Aires.
Las ilusiones de Independencia que habían nacido en 1813 con el Himno, los Símbolos Patrios y la moneda, fueron rápidamente frustradas por la política que llevó adelante el primer presidente de la Asamblea del Año XIII, Carlos María de Alvear. Alvear promovió y consiguió no sólo que fueran rechazados de aquella reunión los diputados enviados por Artigas, sino también que se postergara la declaración de la Independencia. En esto tenían mucho que ver los intereses de los ingleses que, aliados con España en contra de Napoleón, de repente se oponían a la revolución en la América española. El temor a enemistarse con la gran potencia británica, principal compradora de los productos locales y casi única proveedora de las manufacturas que consumían los porteños, marcó la política de esos años.
La Asamblea del Año XIII, dominada por Alvear, creó un Poder Ejecutivo unipersonal: El Directorio. El primer Director Supremo del Rio de la Plata fue, no casualmente, Gervasio Posadas, tío de Alvear. Apenas asumido, Posadas nombró jefe del Ejército del Norte a su sobrino, lo que generó gran descontento en la población, por lo que tuvo que renunciar. En su lugar, fue designado, precisamente, Alvear, que fue tomada como una provocación y acrecentó la impopularidad del nuevo director. En todos lados hubo protestas y hasta San Martín, indignado, decidió renunciar a su cargo de Gobernador Intendente de Cuyo, para manifestar su disgusto.
La oposición a Alvear tuvo su pico más alto cuando las tropas que él mismo para combatir a Artigas se sublevaron, al mando de Ignacio Alvarez Thomas, en Fontezuelas, un 3 de abril de 1815. Esto provocó la caída del Director y el nombramiento de uno nuevo: José Rondeau. Pero la caída de Alvear también arrastró a la Asamblea y continuaba pendiente el tema esencial: la independencia. Alvarez Thomas convocó a un congreso en la ciudad de Tucumán. Ni la Banda Oriental ni el Litoral,l que apoyaban a Artigas, iban a enviar a sus diputados. No veían motivo de seguir sometidos a la voluntad de Buenos Aires.
Ese día inolvidable
El 9 de julio de 1816 presidía el Congreso el sanjuanino Narciso Laprida. Ese día finalmente, los diputados se decidieron a discutir el tema de la Independencia. El secretario, Juan José Paso, preguntó a los congresales si querían que las provincias de la Unión fuesen una nación libre de los Reyes de España y su metrópoli. Todos los diputados aprobaron, por aclamación primero y después, uno a uno, la propuesta de Paso.
La gente que miraba la escena por las ventanas de la casa estalló en gritos de alegría.
La casa histórica
La casa de Doña Francisca Bazán de Laguna, elegida como sede del Congreso, era una de las más amplias y cómodas de Tucumán. Doña Francisca tuvo que aceptar que se demolieran algunas paredes para armar un gran salón de 15 metros por 5. El gobernador tucumano, Bernabé Aráoz y los conventos de Santa Domingo y San Francisco prestaron los muebles
¿Monarquía o República?
El 6 de julio, en sesión secreta, Belgrano comentó que todo el mundo hablaba de monarquía y que sería casi un requisito para el reconocimiento de nuestra independencia que nos transformáramos en un reino. El proponía la forma de monarquía constitucional y que el rey fuera un descendiente de los incas. La idea entusiasmó a algunos diputados, que propusieron un reino con capital en Cuzco. Para los porteños, la coronación del Inca era inadmisible y ridicula. El diputado Tomás de Anchorena dijo que no aceptaría un monarca de la casta de los chocolates y propuso una federación de provincias. Fray Justo Santa María de Oro opinó que antes de tomar cualquier resolución sobre la forma de gobierno, había que consultar a todos los pueblos del territorio
Finalmente, el 9 de julio de 1861 los diputados proclamaron la Independencia. Quedaba mucho por resolver, pero éramos una nación políticamente independiente!
Acta de la declaración de la independencia argentina – 9 de julio de 1816
En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de mil ochocientos diez y seis, terminada la sesión ordinaria, el Congreso de la Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto, y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España. Los representantes, sin embargo, consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, la de los pueblos representados y la de toda la posteridad. A su término fueron preguntados si querían que las provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli. Aclamaron primero, llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime voto por la independencia del país, fijando en su virtud la determinación siguiente:
Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia, que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación, y en obsequio del respeto que se debe a la naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración.
Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios. Francisco Narciso de Laprida, presidente. Mariano Boedo, vice-presidente, diputado por Salta. Dr. Antonio Sáenz, diputado por Buenos Aires. Dr. José Darregueyra, diputado por Buenos Aires. Dr. Fray Cayetano José Rodríguez, diputado por Buenos Aires. Dr. Pedro Medrano, diputado por Buenos Aires. Dr. Manuel Antonio Acevedo, diputado por Catamarca. Dr. José Ignacio de Gorriti, diputado por Salta. Dr. José Andrés Pacheco Melo, diputado por Chichas. Dr. Teodoro Sánchez de Bustamente, diputado por la ciudad y territorio de Jujuy. Eduardo Pérez Bulnes, diputado por Córdoba. Tomás Godoy Cruz, diputado por Mendoza. Dr. Pedro Miguel Aráoz, diputado por la capital del Tucumán. Dr. Esteban Agustín Gazcón, diputado por Buenos Aires. Pedro Francisco de Uriarte, diputado por Santiago del Estero. Pedro León Gallo, diputado por Santiago del Estero. Pedro Ignacio Ribera, diputado de Mizque. Dr. Mariano Sánchez de Loria, diputado por Charcas. Dr. José Severo Malabia, diputado por Charcas. Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros, diputado por La Rioja. L. Jerónimo Salguero de Cabrera, diputado por Córdoba. Dr. José Colombres, diputado por Catamarca. Dr. José Ignacio Thames, diputado por Tucumán. Fr. Justo Sta. María de Oro, diputado por San Juan. José Antonio Cabrera, diputado por Córdoba. Dr. Juan Agustín Maza, diputado por Mendoza. Tomás Manuel de Anchorena, diputado de Buenos Aires. José Mariano Serrano, diputado por Charcas, Secretario. Juan José Passo, diputado por Buenos Aires, Secretario.
Finalemente, un poema independentista
Como colofón para esta reseña histórica, dejamos este poema escrito por don Jorge Cafrune
Le hablo de un nueve de julio…
Le hablo de un nueve de julio, de cuando la Independencia…
Mire que apuntaba fiero la Patria, nuevita y tierna.
La toreaba por el norte tan duro que era una pena
tropas del Alto Perú, del rey..o tal vez la Reina,
toda gente veterana, muy bien armada y dispuesta.
Menos mal que Martín Güemes, con su mozada salteña y sus bravos infernales,
le han cerrado las puertas.
De los cerros han bajado, cayéndoles por sorpresa,
levantándoles al paso uno que otro centinela
y hasta con la caballada alzándoseles a cuesta.
¡Ah, gauchos de guardamontes y de tamañas espuelas…,
seguro no hubiera habido, sin ellos, Independencia!
¿Y del Este, que me dice? Por ese lado se cuela la brava portuguesada
que para Janeiro rumbea. Y dicen que desde allí,
cosa que pintaba fiera, cinco mil hombres o más
al Plata venirse piensan.
¡Lindo tiempo, pa´largarse a gritar Independencia!
¿Y que me cuentan de Chile? Por ahí, los godos ordenan.
San Martín les sale al paso cruzando la cordillera.
Apalabrándolo a Güemes pa´que el invasor contenga,
se larga en esa patriada, frente a las nieves eternas
¡tiempos medio enredaos, pa´gritar Independencia!
Los criollos, que no se entienden,
los godos, que los pelean
Y la Patria, pobrecita, alentando como sea,
viviendo poquita edá y amenazada de veras!!
¡Momentos medio fierazos, pa´gritar Independencia!
Pero la suerte está echada… bueno será que así sea…
¿Dónde ha de ser el Congreso, pa´ver como se gobiernan
estas Provincias Unidas que alguna vez se pelean?
No por cierto en Buenos Aires, porque las provincias celan,
con razón o sin razón, de toda gente porteña.
Ya llegan los diputados, trajinando en esas huellas;
algunos muy señorones y otros con toda llaneza,
por esos duros caminos, en galera o en carreta.
¡Hasta de Charcas y Misque desde Alto Perú llegan!
Ya el Congreso se inaugura, y ya también delibera..
El doctor Pedro Medrano asume la presidencia…
Primero, todo es tanteo, sin ponerse el pie en la tierra..
Les reclama San Martín declarar la Independencia,
y Pueyrredón y Belgrano y Güemes que lo desean…
Están tratando estas cosas y el peligro crece afuera…
Que si ponemos un Rey o algún Inca si nos queda,
o si de una vez rompemos las opresoras cadenas…
Por fin, Narciso Laprida que ocupa la presidencia,
en aquel 9 de Julio declara la Independencia!
Hubiera visto alboroto y lágrimas de pureza, los abrazos y vivas
entre esa gente dispuesta!
Ya dieron el paso ansiado, ya la confianza se asienta…
Ya nos declaramos libres a los pueblos de la Tierra…
¡Por fin la Patria nuevita rompió sus duras cadenas!
Así es la cosa, amigazo… todo lo que vale, cuesta