MARTIN FIERRO ¿Qué nos dice sobre la mujer?

La multiplicidad de facetas y la riqueza de contenido de cada uno de los aspectos del vasto cuadro del gaucho y su mundo reflejado en  Martín Fierro, obligaría a un prolijo análisis que no se puede intentar aquí, se limitará solo a breves referencia metódicamente ordenadas.

En cuanto al carácter y sentimientos del gaucho en general y del protagonista en particular, los rasgos sobre los cuales el poema más insiste son: por ejemplo, el valor no exento de prudencia; la altivez, que admite la humildad ante lo que se considera legítimamente superior; la entereza, el espíritu sufrido, el pudor de la queja cuando muerden la carne el dolor o la tortura. Al tope de su carácter tremola el sentimiento de libertad. La reciedumbre de su hombría no le impide confesar su llanto, agobiado por la tristeza, desgarrado por la amargura o conmovido por el dolor en que lo sume la muerte del amigo. Notable entre todos, el dramático momento de franquear la forontera:”Y cuando la habían pasao,/ una madrugada clara,/ le dijo Cruz que mirara / las últimas poblaciones; / y a Fierro dos lagrimones / le corrieron por la cara”; en esta estrofa culmina, argumental y poéticamente, el último canto de la Ida; no hay palabras ni lamentos; el aumentativo “lagrimones” da al desahogo plañidero del alma la vibración viril que cuadra con la recia figura del héroe,

El pensamiento de Martín Fierro o, mejor aún , del autor sobre la mujer en el poema, refleja en algunos casos un expresividad un tanto parca , que se puede atribuir al modelo. Las palabras razonadoras y explicativas de Fierro cuando, al volver a su pago, encuentra la tapera y se entera de la huída de su mujer y de la dispersión de sus hijos, es de una incomprensible frialdad, pero, que quizás el autor resalta, para expresar la rebeldí­a espiritual de Martín Fierro por la ruptura de su mundo cuasi ideal de “su ranchito, hijos y mujer”.

En cambio hay un aumento de la tensión emocional cuando expone con claridad el episodio de la cautiva , pleno de particular patetismo. Los dos más notables, realzados por su ubicación al final de estrofa y como remate de los cantos 8 y 9 respectivamente son «me amarró luego las manos /con las tripitas de mi hijo” y “envolvió en unos trapitos / los pedazos de su hijito / que yo le ayudé a juntar”. En párrafos anteriores hace especial alabanza en términos abstractos, pero para destacar el rigor de los indios con sus chinas. Y un tratamiento sin igual a la mujer –madre , “agradezco al Eterno Padre, no por hacerlas hermosas, sino porque les dio corazón de madre”

Cruz también exalta el amor que por su esposa sentía, pero antes de contar que lo engañaba con el Comandante.

Es importante cómo lo representa el autor a los matices afectivos, de los que el poema es muy rico, pero que las palabras denuncian con fugaz vislumbre.. Tal como el estremecimiento leve que trasluce la culminación de una crisis del alma, resulta en un contenido temblor, en una acallada turbulencia. Por ejemplo en el canto 2do. De la primera parte va a evocar la idílica vida de la “edad dorada”. Se inicia con versos sentenciosos que aluden al bien perdido, a la fugacidad de la dicha, a las mudanzas del destino; el tiempo verbal usado es el presente, forzoso no sólo por la tesitura sentenciosa, sino porque el cantor está viendo las cosas con la perspectiva de su presente deshilachado: (“Ninguno me hable de penas,/ porque yo penando vivo…; porque nada enseña tanto / como el sufrir y el llorar…; ¡ La pucha que trae liciones / el tiempo con sus mudanzas! “). Utiliza el diminutivo “ranchito” con el acierto de la palabra “delicia” y al término de la estrofa, otra vez un diminutivo le sirve para recoger una tal efusión de ternura, (“mientras su china dormía / tapadita con su poncho”, que llega a invertir el sentido habitualmente peyorativo de “china” para convertirlo en término afectuosa de mujer hogareña.

CONCLUSION

La actitud de los personajes ante el amor es también característica de la época y la sociedad en que se desenvuelven. La mujer, salvo alguna alabanza más retórica que sincera, es relegada a un segundo plano. Los sentimientos hacia ella, especialmente en Cruz, agregan una nota burlesca, que la representan con el ¡viejo” haciendo un amor de ridículas proporciones.

En este aspecto, Martín Fierro se muestra menos crudamente realista que la picaresca, pero coincide con ésta en proscribir lo soez y lo pornográfico.

Otros personajes de tipicidad, como la negra y su acompañante, el Gaucho pendenciero. Las figuras femeninas son todas muy borrosas,    Finalmente destaquemos un hecho curioso, en el que se supone, que el autor quiere destacar una forma de tratamiento personal del gaucho , en el que solo Martín Fierro tiene nombre y apellido. NADIE MAS.

Y el Martín Fierro, que a más de gaucho es, sobre todas las cosas “cantor”, vale decir, artista en el más esencial sentido de la palabra.

Por último, se debe resaltar que el Martín Fierro es un elemento integrador de cultura. Ya como vertebral sostén de la vida indígena, es paradigma de la tradición criolla, argentina. Se debe decir que el Martín Fierro es doblemente inmortal: como excelsa obra poética y como germen del folklore argentino.

Luis Mario Buchaillot/2009