Ante un nuevo acto eleccionario, en el orden nacional y en ámbitos provinciales, es el momento adecuado para afirmar el significado noble de la acción política y de las instituciones del estado: la una y las otras alcanzan su verdadera estatura cuando se conciben y se plasman en hechos reales, reconociendo la preeminencia de nuestra persona singular y favoreciendo las obras que nacen de nuestro deseo de justicia, verdad, belleza y felicidad.
Aún en la Argentina de hoy, nuestro deseo de felicidad encuentra una “satisfacción en caminoâ€; una experiencia verdadera de libertad: el encuentro con personas y grupos de personas en quienes se ha hecho conciencia y urgencia este mismo deseo y por el cual se ponen a trabajar en la sociedad, plasmando obras que reflejan esta pasión por la realidad y por todo lo humano. En estas obras, que nos ponen uno junto al otro, ya está el signo de la victoria: la unidad entre nosotros, que reconocemos nuestra necesidad de ser salvados y recibimos el regalo de una esperanza inclaudicable. La certeza de que el deseo del corazón de todos encontrará su respuesta. Como Cristo lo ha prometido, comenzando ya a cumplirlo en esta realidad.
La verdadera transformación histórica está confiada a estos grupos de personas, en cuanto se reúnen para responder de la forma más humana posible a sus necesidades, construyendo así bien común. A esta transformación, la política, el estado y sus instituciones deben servir y proteger a partir de un acuerdo básico del presente y del horizonte como nación. Ante la grave y creciente pobreza, en la que sobresale una multitud de niños y jóvenes, es preciso reconocer a los pobres como sujetos portadores y generadores de riqueza. El asistencialismo en función del clientelismo político demuestra ignorar esto y, así, profundiza y extiende la pobreza. “Invertir en la formación de las personas y en desarrollar de manera integrada una cultura de la iniciativa –dice el Papa Benedicto XVI, Jornada Mundial de la Paz 2009- resulta en una creación de valor en las personas para una lucha eficaz y duradera contra la pobreza material. Esto implica una política de desarrollo que convoque a la responsabilidad de los hombres y a la creación de sinergias positivas entre mercados, sociedad civil y estadoâ€.
La sociedad civil, cuando se reconoce a sà misma, asume un papel crucial: porque -prosigue el Papa- “el desarrollo es esencialmente un fenómeno cultural y la cultura nace y se desarrolla en el ámbito de la sociedad civil, a través hombres y mujeres que viven en profundidad la fraternidad y son capaces de acompañar a las personas, familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humanoâ€. Identificar y proseguir estos puntos de humanidad es el respiro que nuestro corazón necesita, la verificación de que nuestra esperanza se apoya en la certeza de la compañÃa de una Presencia liberadora en el presente.
A la luz de cuanto ha sido dicho, sería injusto un gobierno o un estado que, con sus iniciativas estatistas, impusiese la marginación de la sociedad civil, acentuando el “estatismo mental†extendido en buena parte de las fuerzas políticas, de las instituciones intermedias y de la población. Desanimar y desorientar el protagonismo personal y social es algo que afecta a cada uno de nosotros en su dignidad, ya gravemente en riesgo por esta des-educación que nos hace
indolentes y complacientes a que desde el poder se intente construir sistemas seudo-salvadores, que necesitan de nuestra renuncia a la libertad y de la censura a nuestro deseo de felicidad.
Este acto eleccionario y los que vendrán son para nosotros un paso más de posible construcción. Porque nuestra historia personal se construye día a día, arriesgando nuestra libertad en la aventura cotidiana, sin pretender ni desear que la política y el poder del estado nos sustituyan en nuestro protagonismo. Dado que nuestra dignidad es anterior y mayor que la política y el estado, a estos les reclamamos:
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Reconocer y respetar el valor de cada persona, desde su concepción hasta su muerte natural.
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Reconocer en concreto la libertad religiosa y eclesial, y el derecho a su expresión pública como aporte al diálogo necesario para la construcción social.
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Sostener la libertad pública de educación, consecuencia inmediata del respeto a la pluralidad de las personas.
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Apoyar la libertad de asociación, de iniciativa, de cooperación y de empresa.
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Privilegiar en donde sea posible el protagonismo civil antes que la acción directa estatal: tanta sociedad como sea posible, tanto estado como sea objetivamente necesario para facilitar la iniciativa personal y social.
Apoyemos a candidatos o agrupaciones donde esta experiencia encuentre un eco positivo. Favorezcamos con nuestro voto un mayor equilibrio parlamentario legislativo, un balance efectivo de los poderes republicanos y un serio debate político-público de la legislación, para que otras voces, que expresan las exigencias del corazón humano, sean escuchadas