Pobreza, distribución y caridad. (III de III)

La esencia económica de la Doctrina Social de la Iglesia es estar “con” los pobres sin llegar a ser “de” ellos. De no ser así­, perdería su universalidad (Catolicidad. Ve. I y II). Sin embargo, hubo quienes quisieron, vanamente por cierto, mediante la justicia que pretendí­an hacer, excluir de Ella a un sector.
Carlos Mugica fue uno de ellos: Hijo de Adolfo (ex diputado conservador 1938-1942 y canciller de Arturo Frondizi) y de Carmen Echagüe tuvo a su disposición y desde su nacimiento, todas las cosas que el mundo puede brindar. Viajando por Europa descubrió su vocación y ocho años después se ordenó sacerdote. Sus permanentes inquietudes sociales lo llevaron a viajar a Cuba y a Madrid, ciudad ésta en que dialogó dos veces con Perón. Fue profesor de Teología en la Universidad del Salvador y en 1971 dictó cátedras de Sociología, Psicología y Ciencias Polí­ticas. Renunció a la “gloriae mundi” y acompañó a los pobres en la que entonces era Villa Comunicaciones (hoy Villa 31). Ejemplo magnífico de entrega por los pobres. Pero sus conocimientos, con ser muy amplios, excluían a la Economía Polí­tica. Ignorante de algunas de sus reglas básicas, creyó (como el legendario Robin Hood) que para terminar con la pobreza bastaba con sacarle a los ricos y darle a quienes no lo eran.
Integró el MSTM (Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo) por aceptar alguna de las pocas verdades de Marx y olvidar que sólo la Iglesia las ha dicho a “todas”. Cuando tomó conciencia de su error, tarde, salió del “Movimiento”. Entonces lo acribillaron a balazos en el centro de Buenos Aires, sus mismos compañeros o el gobierno democrático de entonces, por medio de la Triple A, su fuerza de choque. Quizá si nuestra justicia mejorara la visión de su ojo ciego podríamos saber la verdad.
Un epílogo de esta síntesis surge de una cinta magnetofónica, que desde Madrid, Perón envió a los sacerdotes del Tercer Mundo. Basta un párrafo del mismo para revelar intenciones: “de estos simples hechos fluye la admiración y el cariño que siento por los sacerdotes del tercer mundo a los que deseo llegar con mi palabra de aliento y encomio porque ellos representan la Iglesia con que siempre he soñado” (sic.Primera Plana 10-1971).
Loas cuyo emisor hizo con ánimo de retomar al poder. Cualquier medio justificaba ese fin. Logrado que fue, echó a sus queridos sacerdotes y a todos los del grupo. Antes (1952-54), al fallarle los esfuerzos por cambiar a la Iglesia, había cerrado colegios religiosos, quemado Iglesias; adherido al Espiritismo (acto en el Luna Park de la Escuela Basilio); encarcelado a estudiantes, a pesar de lo cual no logró tener la Iglesia sumisa que siempre soñó (para usarla, como al MSTM).
La Iglesia condenó a aquélla Teología, pero a veces puede verse como aceptada parcialmente. Así en “Populorum Progressio”, su magnífica Encíclica, Paulo VI parece (sólo parece) admitirla en partes, razón más que suficiente para abstenerse de leerla fragmentadamente. Es sabido que repartir sin tener lo suficiente es propio de sociedades estancadas, donde lo que uno gana otro lo pierde (lucha de clases), no de pueblos en crecimiento en los que cuando uno gana otros también ganan porque lo que se distribuye son los beneficios, no el capital indispensable para seguir incrementando los bienes. Es tarea legislativa hacer justicia en la posterior distribución.
En rigor de verdad, la aspiración de la Iglesia no debe ser pertenecer “a” los pobres sino estar “sin” ellos; quizá casi podría decirse que debe aspirar a ser de los ricos, porque en las sociedades avanzadas en plenitud, todos deberían serlo.
Es imprescindible extremar la cautela y usar las palabras con máxima precisión al tratar este problema. Así por ejemplo, el Obispo de Gualeguaychú, Mons. Lozano, pocos días atrás dijo que el liberalismo (no aclaró si el polí­tico que consagra nuestra Constitución o el económico), inspirado en la acumulación de riquezas, en el egoísmo, etc. era el culpable de la pobreza. Poco antes S.S. Benedicto XVI había manifestado que la actual crisis mundial se debía a la avaricia y a la acumulación excesiva de riquezas. Es fácil advertir que mientras el Papa ve nacer el problema en la maldad del hombre, capaz de degradar cualquier polí­tica, el Obispo culpa a una de ellas (seguramente sin intención) de oprimir al hombre. Es que la Iglesia Católica, a nuestro entender, inequívocamente verdadera en sus sentencias espirituales, debiera adecuar su visión socio-económica y “ayornar” a algunos de sus sacerdotes en este sentido.
Hemos hablado de las prácticas Protestantes y del éxito de ellas en la lucha contra la pobreza. Aplicaron el liberalismo en lo económico, pero quedó claro que lo hacían negando la libertad indivídual y sin reparar en los que “caían en el camino” (sólo dijeron algunas verdades). Esto último choca con la Virtud de la Caridad.
También referimos el pensamiento socialista que saca a unos para dar a otros. El fracaso que este sistema ha tenido en todas partes del mundo, nos exime de comentarios. Sólo diremos a guisa de ejemplos que Venezuela, enclavada sobre un mar de petróleo, tiene problemas de falta de energía tan grandes como los tiene Argentina por la falta de alimentos, siendo uno de los países que en el mundo cuenta con mayores ventajas comparativas para producirlos. No es casual que ambas naciones decidieran distribuir antes de aumentar la producción.
Tenemos ejemplos de arrepentidos en Chile, Brasil, Perú y otros, como Uruguay. Alguien dijo en tren de broma pero puede meditarse, que nuestra desgracia fue haber tenido Montoneros y no Tupamaros (v.gr.: Mujica, con “J”). Alguien también ha sugerido que nuestros dirigentes no han estado errados sino herrados. Si no es así­ ¿porqué quieren vivir combatiendo al capital, como cantan?.
Hay un episodio en el Antiguo Testamento que debiera hacerse notar tanto como el del camello (rico) imposibilitado de pasar por el ojo de la aguja y es el del señor que premia a dos de sus empleados que en su ausencia aumentaron el patrimonio que les confiara y echó al tercero que se conformó simplemente con guardar lo recibido.
Hablando el 21-2-10 de la primera tentación a Jesús para que convirtiera una piedra en pan, dijo el P. Silvetti que el fundamento del rechazo fue que el alimento no debe ganarse sin trabajo (ningún esfuerzo le requería hacer un milagro). Alrededor de dos meses atrás, en la misma línea, el Párroco había expresado en uno de sus instructivos sermones que dar trabajo es Caridad. Claro que procurarlo para los que vivimos y para los que han de llegar, además de esfuerzo requiere ahorrar e invertir para hacer crecer las empresas. Esta posición se diferencia de la de los seguidores de Calvino, por un lado, y de la de los pregoneros del Estado-gendarme-distribuidor que busca emparejar bajando y desvalorizando el trabajo. Es que se ha dicho con verdad que en la sociedad socialista la solidaridad no debe expresarse, el egoísmo se castiga y crece permanentemente la decisión de vivir de los demás, todo en nombre de la solidaridad. No podrá terminarse con la pobreza mientras se busque la riqueza sin trabajar, se pretenda hacer polí­tica sin principios y concretar negocios sin moral.

Quique Losuyo

3 comentarios en “Pobreza, distribución y caridad. (III de III)

  1. Sus comentarios ayudan a construir una verdadera comunidad online en La Carlota.´
    Quique.
    Tus excelentes tres notas son un verdadero ejemplo de lo que debería ser la política económica y ordención social del país. Creo posible resumir todo tu magnífico trabajo en pocas palabras:es necesario que todos trabajemos. Para terminar con la pobreza es preciso que los gobiernos cesen de regalar (ya sea cosas, dinero o notas a los estudiantes). Juan J, Gómez Alie

  2. Quique Leo sus artículos , quisiera comentarle que me parecen demasiado académicos,muy copiados o mal resumidos.Me atrevo a decirle esto porque son varios ya los artículos que leo con demasiado vocabulario enciclopedista .Además querer resumir el pensamiento del Padre Carlos Mugica en un pequeño párrafo me hace recordar viejos tiempos en que se leía una revista llamada «muy interesante» en la que la teoría de la relatividad se resumía en una sola hoja.Son temas que requieren de un tratamiento más serio, si quiere hablar de doctrina social nos haría bien que comente alguna de las tantas encíclicas de la iglesia Católoca.Digo esto porque usted habla desde el punto de vista de un católico.
    gracias

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