Todo parece indicar que una nueva era comienza a despuntar y mientras la transición nos agobia enfrentamos una crisis de la que renegamos porque decimos que no la generamos, que no tenemos culpa.
En este contexto nuestro paÃs asiste a un sin número de incongruencias desde confrontaciones que se dilatan como gobierno-campo, hasta granaderos que abandonan a su protegido, pasando por legisladores que no pueden ser fieles a sus electores.
A comienzos de 2008 La Carlota vio como los ediles aumentaban las tasas por servicios municipales en un 400 %, el 2009 llegó con un 70 % de aumento por agua y cloacas y se espera un nuevo empujón de 30 % para que cierren las cuentas municipales.
Crisis mundial que aun no se cuantifica en estos pagos, pujas de poder para poder hacer negocios y bolsillos anoréxicos conforman un coctel que muestra un cercano descalabro social.
El hombre común presencia un mundo un pais y una ciudad que seguramente no imaginó vivir e intenta un grito. ¡No tenemos culpa de lo que nos pasa!…. No tenemos, no tengo culpa?
El gobierno del pueblo para el pueblo debe repensar la política y frente a esta situación lo debe hacer reflexionando, pensando, acordando o disintiendo. Para llegar a formar una idea acabada sobre el tema.
Eugen Berthold Brecht, pensador, dramaturgo y poeta alemán (1898-1956). dijo en :†El analfabeto políticoâ€,
El peor analfabeto
es el analfabeto político.
No oye, no habla,
ni participa en los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida,
el precio del pan, del pescado, de la harina,
del alquiler, de los zapatos o las medicinas
dependen de las decisiones políticas.
El analfabeto político
es tan burro, que se enorgullece
e hincha el pecho diciendo
que odia la política.
No sabe, el imbécil, que,
de su ignorancia política
nace la prostituta,
el menor abandonado,
y el peor de todos los bandidos,
que es el “político†trapacero,
granuja, corrupto y servil
que en realidad no es político
Sino un sinvergüenza que tiene un cargo.
Gracias Berthold por el disparador. Nuestra opinión podrá dar cuenta si escondemos en nuestras conciencias un analfabeto político o un esforzado constructor de sociedad.