Voto electrónico: ¿una manera de terminar con el clientismo político?

A las ya sucesivas dudad que genera el sistema de sufragio universal, el mismo que creara Roque Sáenz Peña en 1914 (en nuestro país); una nueva propuesta alternativa, se comienza a aplicar e n distintas partes de Argentina. Es el voto electrónico, herramienta de la democracia que tiene adherentes y detractores. En el mundo se usa desde hace años.

 El radicalismo cordobés se opone.

 Recientemente en la ciudad de Marcos Juárez se utilizó el sufragio electrónico, aunque la primera experiencia en el orden nacional tuvo lugar en Pinamar, en la elección por la intendencia. Informaciones posteriores, de la ciudad cordobesa, daban cuenta de que las 62 urnas electrónicas usadas, unas 30  tuvieron algún tipo de inconveniente. Aunque en realidad nadie puso en duda el legítimo triunfo del electo Avalle.

Entre quienes se oponen a la metodología electrónica, al menos para el 2011, se encuentran los radicales de la Provincia. Su posicionamiento está basado en que cada partido carece de fiscales informativos suficientes, y de personal técnico capacitado que oficien de contralores. Estos argumentos y otros, como los cambios de plazos sin sustento institucional; financiamiento y promoción electoral, condicionan su aplicación.

Remarcan que se está frente a un fuero electoral de dudosa imparcialidad. Advierten sobre las consecuencias de su implementación.

 Schiaretti  lo quiere en Córdoba.

Por su parte, el gobierno Provincial de Juan Schiaretti estaría en la búsqueda de la privatización del servicio para el voto electrónico. Se ha nombrado insistentemente a la  empresa Indra. Los opositores cuestionan a dicha firma, ya que la entrelazan en una supuesta relación con el kirchnerismo.

Claro que no toda la oposición despliega una misma mirada.

Para los pilotólogos y sociólogos dan por sentado que el voto electrónico tiene absolutamente más ventajas que desventajas. Afirman que con el innovador instrumento se reduce significativamente lo que es el clientismo polí­tico, pero además se pone una seria traba a la lisa y llana y compra de votos.

Todas las triquiñuelas, arrastradas por años, que se usaban, como el intercambio de sobres firmados; u otras similares, se desbaratarían en gran medida.

Los hombres viscerales al gobierno nacional, no demuestran demasiado entusiasmo para terminar con el antiguo sistema. Ya le tomaron la mano. Es que la nueva tecnología volvería casi imposible el controlar el voto a quien se le entregó un colchón, artefactos hogareños, alimentos o simplemente dinero. Por otro lado, el electrónico- al menos en otros países- demuestra no será atractivo para las clases más bajas y mucho menos para los marginados que carecen de acceso a la citada tecnología; tampoco es seductor para las personas mayores. Franjas que por necesidad, o desinterés, suelen ser atrapadas dentro de la telaraña del tal dañino clientelismo polí­tico, con el que decenas de polí­ticos se mantienen en el poder, bajo el disfraz de una democracia raquítica de contenidos…

 La primera máquina en 1869

 Este sistema que aparece como una novedad, se usa hace años en otros países.

A modo histórico se puede resaltar que ya en 1869, Thomas Edison patentó una muy básica “máquina de votar” electromecánica. Fue su única invención que fracasó, ya que nadie quiso usarla.

La máquina era muy exacta y vedaba las manipulaciones o fraudes que se hacían  con las papeletas electorales. Era obvio que al poder no le interesaba. Necesitaba de un sistema que pudiera manipularlo a sus necesidades y antojos. Por esta razón, el invento de Edison no tuvo el éxito que alcanzó su lámpara eléctrica o la grabación sonora.

Hoy, en la era de las computadoras e internet, todavía hay escépticos sobre las ventajas del voto electrónico. Es lógico que existan quienes se opongan al sistema porque conocen los mil y un trucos del comité para manipular el voto a su favor. Ahí las conveniencias están a la vista, aunque se apela a otros argumentos.

 Económico, seguro y algo más transparente.

 Las computadoras para el voto pueden constar- como en Brasil- unos 400 dólares cada una, tienen fuente autónoma de energía (no se ven afectadas por cortes de electricidad) y se calcula que pueden bajar hasta la mitad del costo de una elección. Su software es cargado por la justicia electoral y constatado pro representantes de los partidos polí­ticos.

Los resultados cuentan con dos formas de llegar al centro de cómputos: archivados en un diskette y registrados por una clave criptográfica que sólo puede leerse en ese centro, o se envían electrónicamente- por la red telefónica u otras- también empelando el mismo sistema de seguridad.

A su vez, es sumamente rápido: en menos de tres horas en Brasil se conoció el resultado de las últimas elecciones, sin registrarse ninguna denuncia de fraude.

Obviamente que no se trata de la perfección absoluta. Un hacker de primer nivel podría hacer variar los escrutinios en algunas mesas…

El voto electrónico es, más que una decisión, un principio republicano por excelencia.

¡Cómo funciona!

 La máquina con todos los fiscales representativos de cada partido, se pone en marcha y aparecen los candidatos en una pantalla con los nombres y fotografías de cada uno. Se los pulsa en forma táctil (dedo contra la pantalla). En las mesas se le entrega al votante, en lugar de un sobre, una tarjeta magnética que, insertada en la computadora, lo habilita para sufragar. Retira la tarjeta, lo entrega en la mesa y le devolverán, ya firmado y sellado su documento de identidad.

Los detractores o quienes se oponen indican que el sistema debería hacerse gradualmente. ¡Hay que enseñar! Es verdad que se necesitan de menor cantidad de fiscales, pero quienes cumplan tal función deberán ser ingenieros o licenciados en sistemas de computación. Pero también es cierto que se complejiza todo el sistema imperante pata el clientismo polí­tico. Seguramente, buscarán atajos o nuevas propuestas, pero no deja de ser un freno a tanta impunidad que termina siendo revulsivo a la hora de abusar del a necesidad de millones de ciudadanos.

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