Los extinguidos

En décadas pasadas, los kioscos eran importantes comercios en la vía pública. Vendían sobre todo, diarios y revistas; para subsistir se les fue anexando desde artículos de primera necesidad, productos del campo, hasta aspirinas. Y lo  tradicional en un kiosco, era la algarabía de los niños cuando aparecían las figuritas

Hasta los mayores, indicaban a los pequeños en que kiosco se podía conseguir la más difícil de las figuritas, y se entraba en una competencia leal y apasionante; como, en la agencia de quiniela, cuando se vende el gordo de navidad.

Los kioscos,  eran de material, de chapa y madera, se ubicaban en distintas esquinas de la ciudad; era la “guarida” de personas apasionadas, por este negocio; por ende se obtenía, la ganancia diaria para el hogar. Era un trabajo honesto. La lluvia, la calor, el viento, no detenían  a los propietarios en atender ni en repartir. Nombres, como Manetti, Alassino, Astrada, Escobar, Belande, Sra. de Serrano, Julio Guzmán, Noriega, Baudino, Kiosco de  Micaela Albano luego de Carmen de Palacios, Bronzetti, Beacon, Guevara. Los vendedores como “El Turco” Beduino luego Roberto Notta. Tenían relación con los kioscos. El famoso Kiosco Figueroa, su dueño tenía un slogan de ventas, en  alusión al diario Los Principios, decía: ”..Principios quieren las cosas…”.

De aquellas generaciones, que marcaron toda una época entre 1940 y la 1990, hoy sólo quedan dos genuinos descendientes de quiosqueros,  que reparten diariamente en la calle son: Mario Guzmán hijo de Roberto Guzmán; y Alberto Santini, en su momento distribuidor oficial, de  diarios y revistas, directamente de las  editoriales de Buenos Aires.

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