LA IMAGEN QUE TRAERAN LOS MARCHEROS

El padre Miguel Ángel Fuentes cuenta sobre la imagen del Santo Cristo de la Quebrada que los marcheros de La Carlota traerán a esta ciudad en su marca federal uniendo provincias argentinas

El Señor de la Quebrada es una imagen muy pequeña, tal vez una de las más pequeñas de mas muy veneradas en nuestra Patria.
La historia del descubrimiento del Cristo no es totalmente clara, faltan datos aunque algunos son seguros. Muchos hablan de un hachero ciego que la descubrió en el corazón de un algarrobo, escondido allí tal vez para salvarlo de los indios; otros dicen que no era ciego, ni era hachero, pero que sí lo encontró milagrosamente.

El presunto hachero, que se llamaba Juan Tomás Alcaráz, la encontró en la primera mitad del siglo pasado. Pero lo más importante no es la historia, aunque sea hermosa, sino el mismo Cristo.

Es un Cristo en Cruz, no agonizante sino muerto. Está clavado en una cruz de madera cuyo stipes (madero vertical) mide unos 27 cm.; mientras que el patibulum (madero horizontal) mide menos de 20 cm. La cruz es de color verdoso y las tres puntas superiores terminan en forma redondeada y pintados de dorado. Es también de madera su base irregular y la leyenda con el INRI (enorme para la cruz, puesto que mide casi 8 cm.). Tiene también 3 aspas doradas que salen de los ángulos de la cruz; la cuarta se debe haber perdido. Estas simbolizan el resplandor de la cruz.

La imagen del Cristo es muy pequeña: tiene 15 cm. de pies a cabeza y los brazos abiertos en forma de horqueta miden 14 cm. Está hecha según el estilo escultorico colonial o indigeno-colonial, en cerámica o yeso, y está pintada de color ocre, blanco, negro y rojo. Tiene las rodillas un poco arqueadas y abiertas. Las manos están deterioradas. Inicialmente estaba con las manos abiertas y los clavos -como suele representarse popularmente- perforan sus palmas. Hoy ambas manos han perdido sus pulgares, y los cuatro dedos restantes de la mano izquierda tienen las puntas de los dedos quebrados. Pero corre abundante sangre de ellas y hay sangre pintada por debajo, en la misma cruz; sangre que cae abriéndose como un abanico.

Las rodillas están muy heridas, desolladas, recordándonos las caídas en el camino hacia el Gólgota; unos regueritos de sangre bajan de ellas. Ambos pies están clavados con un solo clavo; el derecho sobre el izquierdo, muy arqueados, pues la planta del derecho toca casi totalmente el madero de la cruz. También hay mucha sangre, y también un abanico de regueros mana debajo de ellos bañando la parte baja de la cruz.

Su costado está muy llagado. Es el Cristo muerto que vio San Juan en la Cruz: «de su costado manó sangre y agua». La sangre es mucha, le mancha todo el costado del cuerpo, desde la herida para abajo, e incluso empapa parte del paño pardo con que está vestido el Cristo. Se le marcha bien el abdomen hundido, porque ya ha dado aquel gran grito del que nos hablan los Evangelios encomendando su espíritu al Padre, y ha expirado: ha dado su último aliento por los hombres.

Lleva en su cabeza una corona de espinas en forma de casquete que con sus agudas puntas ha dañado mucho la cabeza; tiene manchas de sangre en el pelo y dos grandes chorros corren por detrás de las orejas y bajan por ambos lados del cuello juntándose debajo de él. Tiene el pelo muy largo y le cubre ambos hombros. Tiene bigotes y barba puntiaguda, como la usaban los españoles de la época. Tiene los ojos cerrados y la barbilla descansa sobre el pecho. Porque ha dado ya su vida, y todavía no la ha vuelto a tomar, como prometiera él mismo en el Evangelio de San Juan.

Está muerto. Y como todo muerto parece sordo y ciego. Pero éste es el único sordo al que elevamos nuestros clamores, y lo hacemos despacito -en el silencio de nuestro corazón- porque dél sabemos que escucha hasta el latido de los peces en el fondo del mar. Está ciego, como todo muerto, pero es al único ciego que le pedimos que mire las miserias de nuestras almas y que mirándolas las cure, porque sabemos que su mirada cerrada llega más allá de la última estrella del universo.

Está callado, como todo muerto. Pero su silencio es más elocuente que los gritos de las multitudes que pidieron su muerte. Y qué nos dice? Nos dice muchas cosas:

1 – Nos dice cuánto nos ama Dios; tanto que no ha tenido horror de subirse a una cruz y morir por nosotros: «tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único » (Jn 3); » Dios probó su amor en que siendo pecadores murió Cristo por nosotros » (Rom 5).

2 – Nos dice que está subido allí para darnos ejemplo de cómo debemos vivir y morir nosotros: «os he dado ejemplo para que hagáis como yo he hecho» (Jn 13); «Cristo padeció por vosotros y os dejó ejemplo para que sigáis sus pasos» (1 Pe 2).

3 – No dice que allí, en la cruz, es el único lugar donde podemos descubrir cuánto valemos a los ojos de Dios: «habéis sido rescatados no con plata y oro… sino con la sangre preciosa de Cristo » (1 Pe 1). Por tanto, debemos vivir honrando a Dios: «Habéis sido comprados a precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo «(1 Cor 6,20).

Por todo esto pidamos crecer constantemente en el conocimiento y amor de Cristo. Que el Espíritu Santo esculpa en nuestros corazones una imagen de su Hijo en Cruz, más hermosa que ésta, porque el Espíritu Santo esculpe imágenes vivas. Que nos haga fiel reflejo de aquél que por nosotros se hizo reflejo nuestro, es decir: hijo del Hombre, y hombre en cruz. Que la Virgen de la Quebrada nos lo conceda en este dí­a. Amén.

Autor: P . MIGUEL ANGEL FUENTES.

Un comentario sobre “LA IMAGEN QUE TRAERAN LOS MARCHEROS

  1. QUE CRISTO LOS BENDIGA EN SU MARCHA Y QUE ESTA FIESTA SIRVA PARA UNIR CADA VEZ MAS A LA GENTE Y PARA FELICIDAD DE NUESTRO PUEBLO CARLOTANO, QUE CON ORGULLO Y SACRIFICIO MUESTRA LA TRADICION ARGENTINA.

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